Definitivamente en su mayoría, somos un conglomerado de gente insolidaria, hipócrita y violenta, al que le interesa muy poco la suerte del otro, carecemos de empatía. Así como somos efervescentes en la victoria, también somos salvajes en la derrota, solo hay que recordar lo que pasó con el futbolista Andrés Escobar en 1994.
En tantos años, no hemos podido encontrar una forma de vivir en armonía porque nos acostumbramos a la pelea, la envidia y al madrazo; un país obtuso, capaz de atacar al personal médico que nos está salvando de una pandemia. Somos ventajosos por naturaleza y nuestra frase bandera es “marica el último”. No respetamos a las minorías, ni a las mujeres y tampoco a nuestros niños, quienes mueren de hambre y a los que logran sobrevivir, les damos carne de burro y caballo para alimentarlos en los colegios.
Ni que hablar de la paz, dijimos NO a una consulta solo por rencillas políticas y por la falta de capacidad para perdonar que albergamos en el corazón. Somos una sociedad llena de odios, prejuicios, arribismo y apariencias, dominada por inconscientes que solo viven para satisfacerse a costa de lo que sea. Buscamos personas para matarlas y hacerlas pasar por guerrilleros, solo por un permiso o para cumplirle a un superior.
Somos el país del Sagrado Corazón de Jesús, pero con la mano negra. Acabamos con la Unión Patriótica por su ideología y seguimos asesinando líderes sociales como si fueran moscas; día de por medio hay una masacre y al gobierno le importa un comino, prefiere darle 370 millones de dólares a Avianca, una empresa gringa, que impulsar a microempresarios quebrados. Secuestramos por deporte; en un retén militar puedes perder la vida, como le pasó a Juliana Giraldo; y ni hablar de los 7 soldados que violaron a una niña indígena porque les dio la gana de satisfacer sus perversiones sexuales.
Somos capaces de ponerle una bomba a un oleoducto a sabiendas de que afectaremos el agua. Un país lleno de políticos corruptos que posan de grandes señores; elegimos presidentes financiados por la mafia y multinacionales corruptas, pero nada pasa; los expresidentes se dan el lujo de ponernos a pelear, mientras ellos viven felices recibiendo la pensión con nuestros impuestos.
En este país no hay piedad. ¿Cómo es posible que se le corte la energía a un anciano que necesita un respirador? las consecuencias: muere el anciano y no pasa nada. Un país en el que la Policía, mata a una persona a golpes y choques eléctricos y los agentes asesinos se dan a la fuga y cuando están acorralados, se entregan, asegurando con una carga de cinismo que el hombre se mató golpeándose él mismo contra las paredes del CAI, peor aún, cuando la gente sale a protestar por ese acto de brutalidad, la Policía sale con más brutalidad, disparando y asesina a 13 personas más, casi todos jóvenes.
Entonces el presidente va y se disfraza de policía para respaldarlos; se molesta más porque unos indígenas tiran al piso la estatua de un conquistador que masacró a sus pueblos. Así de jodidos estamos en Colombia, donde cualquiera puede morir, como le pasó a una anciana que salió a hacer mercado en Barraquilla y fue ultimada a disparos en un bus por un demente.
No se equivocó el presentador deportivo César Augusto Londoño, cuando dijo al cerrar el noticiero en vivo y en directo, el día que mataron al humorista Jaime Garzón: ¡Colombia es un país de mierda!