La campaña electoral estuvo cargada de emociones, estuvimos en presencia de las estrategias políticas enfocadas en la lucha contra el adversario, para conseguir limitar sus votos y aumentar los propios. El punto más fuerte de este periodo tuvo expresiones reaccionarias contra la corrupción y el auge del sentimiento “ANTI”.
Las propuestas muy difusas tuvieron una desviación en el pensamiento del colectivo y el argumento sobre el riesgo de la Democracia y las Libertades, fue una narrativa sin credibilidad, los reclamos de la gente procuran soluciones y esperanza, y menos dialéctica.
A propósito de la discusión sobre la democracia, los profesores Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, en su afamado libro, “Como mueren las Democracias”, analizan la desaparición de las democracias latinoamericanas y europeas a lo largo del siglo XX, así como las crisis políticas estadounidenses, para evaluar el potencial de colapso democrático en los Estados Unidos.
Los autores argumentan que la democracia depende, como se ha hecho en todo el mundo, de normas políticas establecidas, la vigilancia y alianzas que trascienden la polarización.
Describen cómo la elección de un gobernante autoritario puede conducir al colapso gradual del sistema destinado a controlarlo. Orientan como ejemplo ilustrativo como la elección de Donald Trump, amenazó los valores democráticos en Estados Unidos están amenazados.
Basados en esas investigaciones y análisis, los profesores expertos en democracia y autoritarismo procuran responder el siguiente interrogante: ¿Cómo se identifica entonces el autoritarismo en políticos que no tienen un historial antidemocrático evidente? En tal sentido plantean las siguientes características: “Rechaza, ya sea de palabra o mediante acciones las reglas democráticas del juego; niega la legitimidad de sus oponentes; tolera o alienta la violencia o indica su voluntad de restringir las libertades civiles de sus opositores, incluidos los medios de comunicación.
Las discusiones sobre los riesgos de los valores de la democracia hacen parte del interés de todo el mundo, las circunstancias actuales motivadas por las crisis económica, geopolítica y alimentaria, proponen una prueba. Moisés Naim, en su libro ‘La Venganza del Poder’ en los primeros capítulos describe la “guerra global contra los controles y contrapesos” y cómo, a través del abuso de los procesos electorales, una nueva generación de autócratas está corroyendo los controles y contrapesos definidos en los órganos legislativo y judicial.
Este tipo de prácticas no distingue posición ideológica, ni “outsider” y duchos políticos, para Naim, los nuevos autoritarios incluidos el turco Recep Tayyip Erdogan, el húngaro Viktor Orban, el brasileño Jair Bolsonaro, el indio Narendra Modi, el mexicano Andrés Manuel López Obrador y, por supuesto, Donald Trump, se inspiran en lo que él llama las tres P: populismo, polarización y política de ‘Posverdad’ para lograr y retener sus poderes.
Los ruidos de las trompetas con resonancia mundial, cómo la reinvención de los autócratas de la política en el siglo XXI, no son inaudibles ni extraños el país, al contrario, tienen elementos propicios. Gustavo Petro y Rodolfo Hernández, no cuentan con mayorías en el Congreso como aval de gobernabilidad democrática, para llevar a cabo su promesa de gobierno, pero ambos durante la campaña fustigaron a la clase política tradicional. Reconciliar las relaciones con el poder legislativo deberá surtir momentos de empatía para la estructuración de las reformas que el país necesita, sin embargo, esas intenciones se moverán según las circunstancias políticas y bajo la mirada de la coherencia del discurso de la campaña, que negaba las habituales transacciones entre el ejecutivo y el legislativo.
El nuevo presidente tendrá una encomienda perentoria, pensar en Colombia como un bien superior, las complejidades del entorno y, con todas las fuerzas intentar lo que ha sido imposible: unir al país, para evitar que la probable fragmentación como resultado de las elecciones, agrave el rebrote de los males insertados en nuestra democracia, que han reeditado el emplazamiento del pasaporte que nos lleve al progreso.