Con independencia de la posición que cada quien tuvo en el plebiscito del 2 de octubre, las diferencias que han existido le están cediendo el espacio a la esperanza. Eso es lo que se percibe escuchando a muchos ciudadanos. Nadie abandona sus convicciones, desde luego.
Pero, además de la reafirmación de las razones que se tuvieron para votar No, Sí o abstenerse, lo que existe es el deseo generalizado de que, en este momento de la historia, se identifique y acuerde un punto de encuentro aceptable. Si algo quieren los colombianos es vivir y trabajar tranquilos.
Llegar a un gran acuerdo nacional para la paz no garantizaría que nos traslademos al paraíso como por arte de magia, claro está. Sin embargo, se estaría dando un paso significativo, porque dejaría de padecerse la violencia de las Farc. Las largas e intensas reuniones entre voceros del Gobierno y delegados de distintos sectores que votaron por el No, la semana pasada, pueden ser vistas como un buen augurio.
Sería ingenuo e inconveniente, toda vez que implicaría inflar indebidamente las expectativas, garantizar de antemano un desenlace exitoso de dichas conversaciones. No obstante, tampoco sería adecuado dejar de reconocer el valor que esos encuentros tienen.
La verdad es que fueron productivos, francos, amplios y exhaustivos. Se trataron todos los temas, aún los más difíciles, en un ambiente amable. Y el producto de los esfuerzos se consignó en un documento de “propuestas y opciones”, en buena hora bautizado así.
Ese solo nombre resume bien el resultado de tantas horas de trabajo.
Al final, lo que se consiguió fue tener una “bitácora” que refleja los anhelos de cada sector que abogó por el No, al igual que un abanico de alternativas. Inmediatamente terminó el ejercicio al que se hace referencia, se inició la etapa siguiente.
El equipo negociador del Gobierno viajó a La Habana, con el fin de avanzar en el proceso de renegociación del acuerdo suscrito por el presidente Santos y Timochenko, llevando en sus manos la matriz de “propuestas y opciones”. Existe, como es apenas natural, una gran expectativa por conocer lo que allá suceda.
Todo lo que ha ocurrido le da más fuerza a la idea de que se está frente a una oportunidad histórica inigualable. Hoy es clara la posibilidad de lograr un acuerdo que, gracias al respaldo político y social de la inmensa mayoría de los colombianos, sea duradero y abra el camino hacia la paz. También existe el riesgo de que sea apenas interino. Esto ocurriría si no es la consecuencia de un verdadero entendimiento nacional, o se consigue dejando intactos los puntos del documento original que inspiraron la mayoría a favor del No. Esas son las dos alternativas: acuerdo duradero o acuerdo interino.
El deber de todos es trabajar para que el camino sea el primero. ¡Podemos lograrlo! Colombia reclama que todos los protagonistas en esta coyuntura, así como los ciudadanos que sueñan con un país mejor hagan juntos la tarea.