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Colombia, país de trancones

Siempre hemos sido un país trancado y así no podemos desarrollarnos pero solo ahora, después de cuatro semanas de otros paros, dicen que el país está paralizado. Los primeros 50 años de vida republicana estuvimos trancados por guerras fratricidas entre conservadores, liberales y caudillos militares. El primer trancón, que cerró las posibilidades de una patria grande, fue la disolución de la Nueva Granada que dejó el proyecto de Bolívar reducido en pequeños feudos. 

Hasta 1886 todas las vías estaban cerradas, nada se avanzó; Núñez creía que si no se hacían grandes cambios y aperturas, sobrevendría una catástrofe. El ensayo de Núñez se hizo, duró 105 años; sin embargo, las catástrofes siguieron, seguimos trancados; las guerras entre caciques siguieron, perdimos a Panamá y dejamos de ser centroamericanos; la guerra de los mil días fue un trancón que cerró con el asesinato de R. Uribe Uribe como si este fuera el taponador; más tarde, a sangre y fuego taponaron las reclamaciones de los trabajadores de las bananeras y 20 años después asesinaron a Gaitán porque les incomodaban sus denuncias, y luego a seis presidenciables más que pedían destapar las vías democráticas; se inventaron la violencia interpartidista para cerrar caminos; las elecciones eran un callejón trancado donde solo unos podían pasar; el caso de Rojas Pinilla es patético. 

Somos peor que Venezuela, allá la clase dirigente ha sido más decente, solo un presidente, Delgado Chalbaud, fue asesinado pero por los mismos militares y los 20 años del chavismo son como una misa frente a los mismos del uribismo, allá no hay fosas comunes ni falsos positivos. Hemos vivido con trancones. Muchos de los responsables de todos estos aún siguen en el poder, algunos manejando nuestras relaciones internacionales con alianzas mafiosas, otros procesando cocaína en sus predios sin que sean castigados, otros reorganizando las fuerzas “paras”. La insurgencia fue producto de esos taponamientos de las vías democráticas; aquí se instituyó la desaparición física de muchas organizaciones políticas como la UP, un gran candado para taponar salidas.

 Pero el mayor trancón consiste en apoderarse del fisco por parte de una camarilla para negociar con la salud, la educación, el empleo y la ciencia. Hoy el 42.5 % de la población está trancada en la línea de la pobreza. La distribución del presupuesto nacional es un trancón porque destina el 60 % para el aparato burocrático, el 23 % para la deuda y el resto para la inversión que está repartida en un pool de pillos. Como hicimos el mismo negocio que Venezuela, terminamos igual, sin nada que vender y ahora no hay formas de hacer caja; por eso quieren gravar hasta la canasta familiar, el derecho inalienable a la vida; solo falta gravar el oxígeno que respiramos pero lo destruyen con la tala indiscriminada para ganadería extensiva, el mayor generador de gas invernadero. 

Con el 94 % de las vías terciarias taponadas todos los días sacan la leche pero ahora la botan aludiendo taponamiento, pudiendo refrigerarla o hacer queso. Desde la colonia todas las instituciones están taponadas, incluso el Congreso. Por eso somos el tercer país más desigual del mundo. 

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