De acuerdo con la información oficial en los últimos treinta años se registran en el país 6,8 millones de víctimas del conflicto armado. Ahora se está anunciando por el Gobierno Santos la terminación de la etapa de subsidios a los afectados para iniciar la tarea de reintegración a la vida normal y la sociedad. Las cifras cada vez son más dolorosas y el mayor impacto corresponde a los desplazados que representan el 86 por ciento de la torta y están ubicados en su mayoría en las ciudades capitales toreando toda clase de dificultades. Las otras cifras de damnificados se encuentran en homicidios, secuestros, violencia sexual, despojo y abandono de bienes, y reclutamientos forzados.
En general, los desplazamientos disminuyeron en los dos últimos en todo el país con la excepción del Valle del Cauca, donde se incrementaron en un 15 por ciento. Los esfuerzos diarios son muy grandes para saber y depurar más la información sobre las víctimas como uno de los pilares para construir la paz. ¡Se percibe que el Gobierno está comprometido en pasar a las víctimas del asistencialismo a la inclusión social y económica! En principio, con la aplicación de esta política, se estarán beneficiando 1,3 millones de hogares en situación de desplazamiento forzado.
Son enormes los esfuerzos de Colombia para hacer la tarea de registrar a los desplazados, reconocerlos y repararlos, lo cual no ocurre en Indonesia, Marruecos, Guatemala y Sudáfrica. Nuestro país está identificando sus carencias, les está dando una oportunidad de retornar a sus tierras, de estabilizarse, ser ciudadanos y de seguir la ruta trazada de la inclusión social. Es conveniente anotar la importancia de los Gobiernos de Andrés Pastrana, Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, en la evolución de los desplazamientos forzados en los últimos años. A las personas que abandonaron el campo por temor, pero que no fueron despojados, el Estado les está ofreciendo acompañamiento para que puedan estabilizarse social y económicamente en el lugar de su elección.
Esperamos confiados que si se firma la paz no habrá más desplazados, que todos serán ciudadanos con sus derechos garantizados y puedan tener una vida como cualquier otro colombiano, libre de miedo, con autonomía y con una contribución medible a la paz, como ya lo vienen haciendo. No queremos un país de cementerios, no queremos abandonar el pacifismo, anhelamos disfrutar de nuestros hijos y nietos, no más ríos de sangre. ¡Desde esta columna hacemos una invitación abierta a los colombianos a quitarnos los guantes y a cruzar saludos sin recibir escupitajos!
Agregado: Siempre le repito a mis amigos las enseñanzas de Luther King Jr.: “No se construye un país diferente con gente indiferente; o aprendemos a vivir juntos como hermanos o vamos a morir juntos como estúpidos”.