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Colombia II, en 2a

Había decidido que esta sería mí última columna, la de despedida, si GP y FM perdían la apuesta por la presidencia de la república; pensé que estaba sembrando en tierra estéril, que no valía la pena seguir haciendo pedagogía sobre los inmensos problemas de la nación y que la terapia de rehabilitación no restablecería al paciente. 

Estaba seguro de que estadísticamente era imposible perder pero sabía que mediaban algunos elementos externos que podrían cambiar los resultados. Hoy, con el triunfo inobjetable de la Gran Coalición por la Vida y la Paz, pienso que aún me resta un gran trabajo haciendo claridad sobre la otra media Colombia inmersa en el limbo del mito. 

Decía Einstein que era más fácil disolver un átomo que un mito; los mitos existirán mientras haya quien crea en ellos y son una de las formas tradicionales de sojuzgar a los pueblos. Los más recientes gobiernos colombianos se han mantenido en el poder gracias a los mitos: “el enemigo interno”, “el castrochavismo”, “quedar como Venezuela”. 

Estos son los mitos que Colombia debe disolver; aquí no existen enemigos internos, lo que hay es mucha gente sin oportunidades y esperanzas que los matan por reclamar. Por eso hoy hay dos Colombia: una mitad que es la segunda más desigual del planeta, la que ganó en las urnas, y la otra la más alegre, sonreída y creyente en mitos. 

¿De qué se ríen? ¿Será alienación? ¿Quién resuelve esa contradicción? Este es un país que ha vivido años de violencia continuada que han producido psicosis generacional, Colombia está en cuidados intensivos. La Venezuela que nos venden es análoga con Chávez y Maduro pero, la verdad, su suerte está ligada a su condición de monoproductor que, además, se apartó de la lógica gringa para gobernar. 

Si a Carlos Andrés Pérez, cofundador de la OPEP, se le hubiera ocurrido esa idea, le habría pasado lo mismo. Venezuela, como los Emiratos Árabes, era un país benefactor, yo viví allá seis años y nunca pagué servicios públicos ni me hacían retención en la fuente. 

El día que Arabia Saudita se atreva a desafiar los intereses de los EE.UU, su único mercado será bloqueado, no por ser monarquía, sino por apartarse de sus designios. Ese modelo de desarrollo no es viable a largo plazo y ningún país podrá sostenerse per se con la industria extractiva. 

Desde ahora, aquí debe comenzar un cambio paradigmático en principios, formas y objetivos de gobernar hasta que la dignidad sea costumbre, como dijo Francia, sin que implique abandonar el capitalismo que, como cualquier sistema, no tiene una sola ecuación, ni siquiera la naturaleza la tiene; esta persiste en la conservación de la vida de diferentes maneras. ¿Por qué el marañón tiene la semilla por fuera? ¿Por qué no son sexuadas todas las formas de reproducción? ¿Por qué la humanidad no está constituida por una sola raza y un solo idioma? ¿Por qué no todos tenemos el mismo Rh y el mismo tipo de sangre?  ¿Por qué, en el panal de las abejas, los orificios son hexagonales y no pasa igual con las hormigas? Cada especie tiene una mirada de sus problemas y de su continuidad sin violar las leyes del universo. Así es el homo sapiens cuyos problemas son mayúsculos; hay muchas formas de lograr un fin común, el bienestar, la felicidad, la justicia; las soluciones son diversas. 

Los partidos y los gobiernos se vuelven irracionales desterrando el concepto de gobernanza (buenas relaciones con los gobernados), centrándose en la gobernabilidad (buenas relaciones con la clientela política) que les permite prácticas de contubernio para repartirse todos los beneficios del Estado. El que se atreva a proponer cambios es satanizado, macartizado y hostigado. O a lo mejor, asesinado.

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