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Colombia, un Estado fallido

Me entristece profundamente que mi país sea un Estado fallido. No sé cuál será la opinión del lector, pero esta afirmación la manifiesto con base en mi propia experiencia y al inmemorable historial de anarquía endémica que desde su constitución han sufrido los habitantes de la República de Colombia.
Entonces, podríamos decir, que en Colombia poco o nada ha variado desde las disputas entre bolivarianos y santanderistas por la administración de gobiernos democráticos con modelos sociales, políticos y económicos adornados con legislaciones ingeniosas (léase mañosas), de las cuales siempre salen más beneficiados las élites y sus caudillos.
En consecuencia, todos los gobernantes colombianos han fomentado un Estado fallido con mayores problemas y contrariedades para la gente común y corriente que, sistemáticamente, padece la desatención, no sólo de la autoridad estatal sino de los empleados en su mayoría clientelistas que por méritos, tanto en las instituciones públicas como en todas las empresas privadas, que en amplio contubernio usurpan el erario del país, dejando a la población pobre pasando penurias.
Aunque algunos me inclinan a la ideología del socialismo, en realidad mi idealismo es la Social Democracia como en gran parte fue el pensamiento de Santander, quien defendió la igualdad de derechos y deberes para todas las personas, preconizó la educación formal como medio para mejorar la calidad de vida, promulgó la libertad de culto religioso, la propiedad privada y el libre comercio, cuyo lucro también favorezca a la gente con poco o ningún recurso pecuniario. En fin, un defensor de la justicia social, que en suma es el respeto a la igualdad de oportunidades, tan indispensables para que todas las personas puedan desarrollar sus potenciales que les permita tener mejores condiciones de vida con buen servicio en la atención de la salud y convivencia armónica estable.
Este propósito lo veo bastante plasmado en el nuevo acuerdo logrado entre el gobierno y la Farc, teniendo en cuenta varias de las propuestas de los voceros del NO, triunfantes en el plebiscito del pasado dos de octubre. Los políticos que no lo acojan serán aquellos que no quieren cambiar la actual situación del país, agobiado por radicalismos y polarizaciones que sólo llevan a enemistades, agresiones y matanzas.
Es el momento que nos brinda la oportunidad de comenzar a salir del atraso y la anarquía heredada de nuestros ancestros, de lograr el progreso y bienestar para todos los colombianos sin ninguna discriminación, de lo contrario, Colombia seguirá siendo un Estado fallido con todas sus horribles consecuencias que hemos soportado durante casi 200 años.
Sin conflicto armado interno, el comportamiento de los colombianos podría cambiar, las ambiciones serían normales, no abundaría la codicia ni el arribismo que ha desatado el narcotráfico, la corrupción y otras formas de enriquecimiento ilícito; por ejemplo, 20 años atrás los altos funcionarios por la construcción de obras públicas a los contratistas les quitaban el 10%, ahora se habla del 30 % y más.
En la aplicación de justicia todos sabemos lo que ocurre. La policía, la fuerza militar, el Congreso, las asambleas, los concejos son adefesios con antivalores porque los principios éticos y valores morales son sólo de papel y discursos altisonantes. En los ámbitos familiares los hijos y nietos no aprenden hábitos de honestidad. Lógicamente que hay excepciones, pero cada día son menos. En conclusión, es el momento para comenzar a cambiar, para que nuestras nuevas generaciones sean mejores personas. Pareciera que estamos recapacitando y ojalá en un mediano plazo veamos los buenos resultados de convivir en paz.

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Jose_Romero_Churio: