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Colombia, el mejor sueño americano

Es mejor una vez colorado que cien veces amarillo, lo que equivale a sonrojarse por un instante, preferible que caer en la tentación, o palidecer una eternidad al ser tentado y arrastrado por el flagelo de la corrupción, que ramifica sus tentáculos y permea el andamiaje institucional, experiencia que data de tiempos inmemoriales, aunque ser honesto, tal como va el mundo, es escoger a un hombre entre diez mil, proporción que establecía el dramaturgo, poeta y actor inglés,  William Shakespeare.

Las migraciones y los pasaportes están a la orden del día, pero cada gallo canta en su gallinero, dicho que nos lleva a reflexionar sobre los que insensatamente buscan el sueño americano, cuando las mejores oportunidades las tenemos en Colombia. Una carrera desaforada por salir del país para recibir humillaciones en el exterior, no es la mejor opción.

Como cada regla tiene su excepción, pero no toda excepción hace regla, se exceptúan los que van a trabajar juiciosamente por fuera, a devengar en euros o dólares, ahorrar e incrementar su patrimonio e invertir en Colombia. Quienes así piensan la tienen clara y es plausible su accionar explorando otras latitudes por su bienestar y el de sus familias.

Lo coherente es no dejarse deslumbrar por falsas expectativas, por cantos de sirena y esperanzas utópicas, que a la postre alientan las corrientes migratorias en las que sucumben conductas inestables. “Las esperanzas no engordan, pero alimentan a los bobos”, es el pregonar diario.

¿Dónde están los académicos y  científicos sociales que no los vemos explicándole a la sociedad que las reformas que propone el presidente Gustavo Petro no tienen, ni por asomo,  una pizca de socialismo ni mucho menos de comunismo, que son reformas eminentemente burguesas, que forman parte del paisaje socioeconómico de todos los países capitalistas contemporáneos de Europa, Asia y América?, se pregunta el columnista, Douglas Benjumea.

Nada es, todo cambia. Hasta la lengua española experimenta cambios en su constante adaptación a las necesidades de los hablantes, de tal suerte que no afecten la unidad cultural, lingüística, histórica o social, responsabilidad que recae en la Real Academia Española RAE, fundada en 1713 y compuesta por 24 académicos numerarios.

Naturalmente que hay que introducirle cambios a la educación, y no es un capricho, Colombia se rajó en las pruebas PISA, realizadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). El sistema educativo colombiano ha fracasado, acotó el jefe de Estado, al referirse a los bajos resultados de Colombia en las pruebas PISA (Programa Internacional para el Seguimiento de los Alumnos), y mostró el camino para mejorar, que no es diferente al de  educar a maestros, cuidar la alimentación escolar y mejorar la infraestructura.

¿Qué decir sobre la crisis de la salud, que viene colapsada desde hace años, modelo que es insostenible por el negocio de particulares con dineros del Estado, que las EPS dejaron de girar, lo que llevó a la quiebra a los hospitales públicos? 

Ahora la oposición se rasga las vestiduras diciendo que seis EPS negociaron a puerta cerrada con el Gobierno Petro su apoyo a la nueva reforma que será radicada en el Congreso (Compensar, Sura, Salud Total, Coosalud, Mutual Ser y la Nueva EPS), las que en el nuevo modelo se quedarán con unas comisiones de hasta el 8 %, tasadas en 7.2 billones de pesos anuales.

Sin embargo, por mezquindad política, no se muestran los efectos positivos que para el usuario representa la libertad de escoger su clínica, sumada las bondades del sistema preventivo de salud, porque está demostrado que es menos oneroso prevenir que curar, sin mencionar el ítem de no arriesgar la vida del paciente.

Según la Supersalud, la  Nueva EPS  ocultó facturas que no legalizaba al interior del sistema por $5.5 billones, deuda contraída con hospitales públicos desde 2019, arrojó la toma e intervención de la entidad, hecho que explica la renuncia del recién nombrado presidente, Aldo Cadena Rojas, quien olió el tocino de semejante chicharrón, frito en la presidencia de su antecesor, José Fernando Cardona Uribe. 

Miguel Aroca Yepes.

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