Colombia es uno de los siete países que tienen vocación de ser despensa del mundo. Razones: la ubicación privilegiada en la cabeza de Suramérica; poder sembrar y cosechar en cualquier época del año; contar con agua en abundancia porque es el país donde más llueve del mundo y es el sexto con mayor capacidad hídrica total, y una variedad enorme de tipos de suelo y de pisos térmicos que van desde el nivel del mar hasta los 4.000 metros. Hay abundancia de tierras aptas para la agricultura, 39,2 millones de hectáreas, y mano de obra disponible, el 23 % de la población. Lo tenemos todo para ser una gran potencia agropecuaria.
Pero solo se cultivan 6.8 millones de hectáreas; importamos 14,1 millones de toneladas de alimentos (el 18,5 % de lo que consumimos) y además 6,1 millones más para concentrado para animales; el 46,8 % de las zonas rurales es pobre y el 18 % vive en pobreza extrema.
Al campo hay que sacarlo del olvido, hacerlo rentable y convertirlo en el motor de desarrollo y de creación de empleo. Es el único que puede reemplazar, a mediano plazo, los ingresos del petróleo y el carbón. Para eso se requiere: agua y alcantarillado y sistemas de drenaje y distritos de riego.
Capacitación con doble titulación en las escuelas rurales, de manera que los campesinos puedan ser bachilleres y al mismo tiempo técnicos agrícolas o veterinarios, mejorar sustantivamente la productividad y evitar su desplazamiento a las grandes ciudades.
Competividad. Desarrollar estrategias para mejorar los precios como las denominaciones de origen, el desarrollo de productos con valor agregado, sellos de sostenibilidad ambiental y producción orgánica, y focalización en la exportación.
Cooperativismo. El campesino difícilmente sale adelante solo. Crédito. El 90 % de los campesinos está fuera del sistema financiero. Subsidiar los insumos, dar crédito a mediano y largo plazo, fomentar y extender los seguros agropecuarios.
Infraestructura y logística de transporte y almacenamiento para acercar el producto al consumidor final, en particular vías terciarias (hoy hay apenas 142 mil km y solo el 8 % está en buen estado) y una red de trenes que conecten todo el país.
Seguridad. El deterioro no es un asunto de percepción sino de realidad.
Sostenibilidad. Responsabilidad con las generaciones futuras y desarrollo de estándares de protección medioambiental que, además, mejoran los precios. Aprovechar la potencialidad agrícola de ser uno de los tres países más biodiversos del mundo. Investigación y biotecnología.
Tierra. La informalidad en el campo, 86 %, es mucho mayor que el 46,9 % nacional. Indispensable acelerar la titulación de tierras. Ojo, sin embargo, con la ley de restitución. Hay que devolverlas a los despojados pero proteger a los legítimos propietarios. La inseguridad jurídica frena cualquier inversión. Y de ninguna manera aprobar el tratado de Escazú.