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Colombia, del sagrado corazón o del Ecce Homo

Colombia es un país alegre, somos la comunidad más alegre del mundo; conformista por demás, de un déjame está crónico, y nos vale un comino lo que pasa, más si lo que pasa no afecta mi zona de confort.

Es decir, si me permite mantener el trabajito, llegar al parque y fumarme lo que me gusta; el rebusque que a diario hago con mi malicia indígena; conservar el contratico de ocho meses no importa que los cuatro restantes toque verla a cuadritos.

Colombia es el único país en donde los presidentes son omnipotente, intocables; a pesar de hacer parte de innumerables escándalos. De mermeladas, de elefantes, de Odebrecht y agro ingreso; el guavio, interbolsa y reficar; nos merecemos el carrusel de la contratación en Bogotá; los estadios de fútbol sin terminar, los aeropuertos sin pistas y sin aviones, los hospitales sin dotaciones, vías terciarias sin recursos; pero somos felices y nos dejamos engatusar para votar no, una consulta anticorrupción o votar no un proceso de paz.

Justo es el país que nos merecemos, porque es mejor el festival y la parranda que trabajar; es mejor el carnaval de barranquilla. Quien lo vive es quien lo goza. Preferimos el partido de fútbol a estar pendientes que no hundan la ley anticorrupción y suspender la casa por cárcel a todos estos villanos que se han robado el país y estén a pierna suelta en sus mansiones, viendo como imponen a sus delfines a que los sucedan.

Somos un país que maneja una doble moral en todos sus estamentos; aplaudimos a un congresista que se afrenta por compartir espacio con un guerrillero sin embargo su credencial está investigada por paramilitarismo y de quien la heredó, su padre, está preso en su fortín residencial, por narcotráfico. Él se levanta eufórico y abandona, su bancada le aplaude y le emula. Eso a nosotros nos parece bien; obvio, es patético que en el congreso haya un personaje tan villano, un narcotraficante guerrillero que le ha hecho tanto daño al país, y su respuesta sea la señal de victoria. Quizás, quizás, quizás.

Aquí nos toca decir “Quien esté libre de pecados, que lance la primera piedra” Estamos viviendo un contexto, nacional y local, de polarización crónica, bajo el esquema de un gobierno minoritario y débil, en quien nadie cree y la “sensación” es que volvimos a lo de antes: muerte a líderes sociales, falsos positivos, anarquía y sed de venganza; acompañados de una crisis institucional en donde los actores de esas instituciones hoy son faltos de confianza. Nadie cree en los entes de control, el fiscal se ve envuelto en toda clase de eventos que afrentan el buen nombre de un ente tan importante en el país.

Nadie responde por nadie. A nuestra mente llega la imagen del niño que llora desconsolado e impotente al lado del cadáver de su asesinada madre, nadie sale en su defensa todos enmudecen ante execrable crimen. La esperanza es que la selección Colombiana de fútbol quede campeón de la copa América. Lo malo es que de no ser campeones Higuita se cortaría el pelo. Eso sí sería un desastre nacional. Sólo Eso

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Eduardo Santos Ortega Vergara: