Colombia es un país con mucho empuje, repleta de gente pensante, con mucha iniciativa y tolerancia que está en el duro y fatigante proceso de paz, tratando de sacar la cabeza inmersa en la mala fama del narcotráfico y la violencia. Pero hoy, algunos sectores de opinión de la diplomacia internacional, por los resultados medibles y visibles, consideran que nuestro país ha sido uno de los éxitos mundiales en cambio de imagen ayudado por el flujo de las relaciones comerciales y financieras manejadas con seriedad, estabilidad política, reglas jurídicas claras y seguridad aduanera para todos los inversionistas. La inversión foránea en la industria se diversifica y ya supera la que llega a minería, con una tendencia estable.
Las negociaciones de paz, en todo su alcance y sin ninguna duda, han contribuido a ese cambio de imagen que le han dado al presidente Santos mucha más popularidad en el mundo que en Colombia, porque a pesar de todas las críticas, algunas malintencionadas e inoportunas, las negociaciones han sido de un trajín y un desgaste enorme que tienen buena venta especialmente en el exterior donde han recibido información confiable, privilegiada y de primera mano. Hoy ya están entendiendo, con la mente despejada, que el nuestro es un proceso complejo que exige mucha renuncia, generosidad y perdón que debe estar acompañado con la recomendación unánime para nuestros gobernantes que la paz debe ser una política de Estado.
La creación del fondo multinacional para el posconflicto es una realidad y la expedición de la visa Schengen, homologada por los países para este fin de año, es otra expectativa que nos reconcilia con el optimismo. En Colombia se trabaja, con errores por corregir, para lograr una mejor democracia. Debemos entender que se hace necesario blindar la esquiva paz con algún sistema de justicia transicional para que el proceso tenga viabilidad jurídica y la comunidad internacional acepte los acuerdos que se logren. Las Farc deben escuchar este mensaje en el entendido que esta es una oportunidad única para salir adelante avanzando rápido y en la dirección correcta para terminar este conflicto, inútil y sangriento, lo más pronto posible. Está claro que al aceptar este sistema de justicia, las Farc pueden transitar a la democracia, pero reconociendo su responsabilidad en esta guerra que nos sonroja y nos hace sentir como un país de locos. ¡Es necesario entender que las oportunidades vienen y se van!