El deporte ha estado históricamente ligado con el arte. En la cuna de la civilización occidental, la Antigua Grecia, el arte y el deporte se encontraron de forma natural y por eso en los Juegos Olímpicos eran la ocasión para que músicos y poetas les cantaran a los atletas.
Disciplinas como el patinaje artístico o la gimnasia rítmica, comparten elementos propios del deporte, con elementos artísticos. Todos los deportes en sí, son espectáculos, debido a que el hombre, crea con su cuerpo una obra a través de la técnica, la precisión y exactitud con el que ejecuta cada movimiento.
El boxeo, tal vez, esté alejado de este precepto, sin embargo, en Valledupar, Uvaldo Torres, más conocido en el mundo del deporte y las artes, como Baldot, dejó los guantes de boxeo por agarrar los pinceles y hacer arte.
Su trayectoria deportiva fue significativa. Se destacó como campeón Suramericano, Centroamericano y del Caribe en San Andrés, en el 2002; sin embargo el poco apoyo que se le brindaba a esta disciplina en la ciudad, lo llevó a mirar otras latitudes y dedicar su tiempo y pasión a una actividad que desde siempre le gustó: pintar.
“El boxeo me permitió conocer muchas personas, entablar amistades y fomentar la disciplina que es uno de los aspectos más importantes para desarrollar cualquier actividad”, expresa Ubaldo.
Por eso su llegada al arte no fue accidental. Siempre que asistía a una competencia se interesaba por visitar los museos, galerías, exposiciones o eventos de arte en la ciudad donde se realizaría la pelea, incluso, se hacía amigo de los pintores. Gracias a ese interés, se convirtió en corredor de arte, vendiendo obras de otros artistas, hasta cuando se dedicó a pintar.
Su primera obra la llamó ‘Alma Africana’ que expuso en Cumaná, Venezuela, ciudad primogénita de América Latina. Se enamoró de ese estado y allí lo acogieron como artista pero además fue la primera ciudad de América donde las raíces negras y africanas se asentaron.
Siempre ha tratado de traer a sus ancestros y plasmarlo en sus obras. Hace referencia con esto al colorido de su trabajo, a la alegría que plasma en él, y al por qué a la gente del Caribe les gusta tanto el baile y esas manifestaciones artísticas cadenciosas, demostrando que todos venimos de esa sangre africana que nos conlleva a hacer alegres y a tener diversidades de colores y de alegrías.
22 obras hicieron parte de esta exposición que en la que primó el color como representación de sus orígenes, así como de la fiesta del carnaval. Por ello, se enfocó en sus ancestros africanos, de quienes toma esa energía que tienen las personas del Caribe, y en todas esas figuras de los antepasados que marcan la descendencia del ser humano, así como sus sueños.
Antes, ya había realizado su primera manifestación artística. Intervino llantas de carro que pintó y les dio vida, regalándoles una nueva vida en el arte. Les hizo figuras de colores, animales y le impregnó alegría exponiéndolas en la Universidad Popular del Cesar en el Día Mundial del Medio Ambiente.
Ahora, presenta ‘Puertas y Ventanas al Arte’, una instalación de puertas y ventanas que encontró en basuras y que rescató para intervenirlas con pinturas coloridas, sacadas de la misma Alma Africana y darle utilidad en el arte.
Quiere que donde se construya un edificio moderno, haya una puerta o ventana y expresarles a los vallenatos que hay arte, haciendo que el recuerdo de estos ‘trastos’ permanezca en la memoria, llevándolos a todos a una escapatoria de la imaginación, y transportarlos a un mundo imaginario.
Vive en una paradoja. Cuando hacía deporte, debía mendigar para recibir apoyo, ahora, siente lo mismo pero desde el arte, porque no hay apoyo gubernamental para desarrollarse plenamente como artista. Por eso vive del apoyo de los amigos y de las personas que le gusta lo que hace, cosa que lo llena de orgullo, porque sabe que el arte es más un movimiento de admiración y manifestación que lo que puede generar en el aspecto económico.
“La forma en la que me expreso es la abstracción, desintegrando las formas para llegar a un nuevo concepto estético”, expresó Baldot.
Por Antonio Peralta Nieto