Escribir sobre “Cocha” es una deuda que tenía pendiente, pero para mí es duro evocar nostalgias que me arrancan lágrimas y momentos maravillosos por todo lo que ha representado un amigo de nuestra cuadra y que fue hermano de mi hermano, Nenón. Antes de referirme a él como profesional de la música, quiero detenerme en Cocha como persona. Siempre ha sido noble y sencillo, carismático y mamador de gallo, pero su virtud más grande es ser un buen hijo. Para él, su madre Estela Mejía representa todo, y por ella se ha sacrificado para llegar a ser lo que es hoy. Como amigo, es extraordinario, y de ello pueden dar fe Augusto Ariza, Jaime Luis Becerra, José Molina, Pachín Escalona y Gustavo Gutiérrez.
En mi mente tengo el recuerdo de cuando llegaban al patio de la casa de mis padres a practicar debajo del palo de mango con Iván Villazón y Tito Castilla para sus presentaciones en el festival aficionado, del cual se coronó rey en 1982. Luego, Cocha en Bogotá comienza a buscar la grandeza, pero sin olvidarse de sus raíces. Muchas anécdotas marcaron esa época; en una parranda en Bogotá, en casa de la reina María Mónica Urbina, todos encabezados por José Saade y Ava Carvajal entraban al baño y orinaban los cepillos de dientes de los moradores. Imposible no recordar cuando Nenón, Cocha e Iván Villazón le empeñaron el acordeón a Fernando Dangond en La Ponderosa, lo que dio como resultado una bella canción. Hasta un frasco de aliser le escondieron a Alcides Arregocés “Junior”, estos sinvergüenzas. En fin, pilatunas que hicieron parte de aquellas parrandas que solían hacerse en apartamentos como el de Lucy y la Chacha Vidal en Chapinero o en el de Cayita Daza en el Polo Club.
Después vinieron aquellos lanzamientos en Valledupar y las caravanas con los discos de Diomedes que marcaron historia. No se me olvida cuando estuve en aquella unión en Tunja, una noche fría en el aguinaldo boyacense, cuando Oñate se decidió por Cocha y ni qué decir de la unión con Poncho Zuleta, que ha sido un gran ejemplo de profesionalismo. Con sus compañeros de fórmula nunca tuvo problemas, tocó con los tres grandes y con Iván Villazón, de los nuevos, el mejor. Con todos dejó éxitos y clásicos. A nivel internacional, tocó con Joan Manuel Serrat y Gloria Estefan, abriendo un camino al folclor.
Cocha, como acordeonero, es un gallo que ha ganado todo, desde rey aficionado, profesional y rey de reyes. Ha dejado una verdadera huella en la música vallenata y, para mí, junto a Juancho Rois y a Emilianito Zuleta, son los tres mejores acordeoneros de la historia del folclor. Molina tiene picardía para tocar, es melodioso, repentiza y nunca se le cae la nota. Logró consolidar un estilo que es lo que los acordeoneros de hoy adolecen. Además, su pulso es fuerte, pisa bien los pitos y eso le da un carácter especial para que su instrumento se oiga en todas partes.Hoy, Cocha, junto a su esposa Juliet Peraza, continúa un proyecto loable que se llama “Las huellas del maestro”, en el cual enseñan a niños y jóvenes a tocar el acordeón. Además, han creado su museo con todo su legado para engrandecer el folclor e impulsar el turismo. También han organizado un festival para niños en honor a Gonzalo “Cocha” Molina. Eso es proteger el folclor, como lo ha ordenado la UNESCO. Moli, te mando un abrazo y que sigas siendo esa persona especial, tocando el acordeón por siempre. ¡Pinta pronto, parrandearemos!
Por: Jacobo Solano Cerchiaro.