Por Mary Daza Orozco
El Doctor Carlos Velandia Cotes, médico vallenato, dice que se ha enamorado de la Clínica Laura Daniela, por el trabajo humano que allí se realiza, trabajó en urgencias de las clínicas del Cesar, de Valledupar y en Norte de Santander.
El Pilón. ¿Por qué a esta clínica le dicen ‘Mata Daniela’ o ‘Muridaniela’
Luis Carlos Velandia. Porque aquí recibimos lo que otras clínicas no quieren recibir y eso que no quieren recibir es un alto número de pacientes vulnerables. Ejemplo: la semana pesada teníamos 10 VH positivos, que no los quisieron recibir, muchas clínicas les cierran las puertas. Aquí se les prestó la asistencia necesaria y se les sigue prestando; así como viene gran número de paciente vulnerables o pacientes vitales, se puede esperar que no todos se curen, también que mueran. En todas las clínicas se mueren pacientes, así de sencillo.
EP. Dicen que ustedes les pagan a taxistas y a las ambulancias para que les traigan a los accidentados, que ustedes viven a la caza del Soat, ¿es verdad?
LCV.Hemos abierto una sección de trauma, acabo de hacer el censo y solo hay tres son el Soat, hay de Cajacopi, Solsalud, abuelitos que se caen y se fracturan la cadera, toda clase degente con traumas, y se les presta atención, hoy abrimos una sección, solo para ortopedia. Nosotros no necesitamos pagar a nadie para que nos traiga pacientes.
EP. ¿Tiene gran dificultad de espacio?
LCV. Empecemos porque somos una clínica de tercer nivel, en la que recibimos pacientes de toda Colombia, porque contamos con todas las especialidades y estudios avanzados, somos un centro de referencia, de suerte que triplicamos la cantidad de pacientes de otras clínicas, eso traeel problema de falta de espacio,peroya lo estamos solucionando.
EP. ¿Entonces por qué tantos pacientes, en camillas, llenan los pasillos?
LCV. Ellos han recibido la atención primaria, luego los distribuimos, en lo que llamamos rotación de camas que se hace las 24 horas; tenemos 50 camas en urgencias más 16 que acabamos de abrir hoy para traumas, son 66.
EP: ¿Ustedes reciben del régimen subsidiado y sin carné?
LCV, El 99 por ciento de los pacientes son subsidiados, tenemos muy pocos del contributivo, no atendemos prepagada, de ahí que nuestro lema sea ‘Servicio humanizado’.
EP. ¿Cuántos médicos tienen en urgencias?
LCV. En estos momentos tenemos seis. Dos para consultorios, y cuatro por turnos de seis horas, mañana tarde y noche, que son los que reciben las remisiones, entran muchos pacientes en una hora.
EP. ¿Hay problema con la UCI?, porque hay pacientes que esperan por una cama allí.
LCV. Tenemos 26 camas en UCI, es la más grande de todas lasclínicas de la ciudad; contamos con el talento humano capacitado para manejar a los pacientes que esperan por una cama en UCI, médicos de todas las especialidades, intensivistas, que los atienden mientras se desocupa la cama que puede ser en unas cuatro o cinco horas.
No nos perdonan que hayamos crecido
El gerente de la Clínica Laura Daniela, Eder Luis Sevilla propone que se haga un debate respecto de las EPS que se encuentran intervenidas, sin importar que las IPS se quiebren, porque la Superintendencia , que es la que hace las intervenciones, solo se interesa en enviar requerimientos en los que indican que se debe garantizar la atención a los usuarios, y eso lo hay que hacer, pero no ha dicho vamos a pagarle a la IPS lo que le deben esas empresas, y al fin y al cabo los que pierden son los usuarios.(Es un tema interesante para otra nota)
EP. ¿Doctor, por qué hablan mal de esta clínica?
ELS. Porque no nos han perdonado que hayamos crecido
Intervino el doctor WilliamAdárraga, Coordinador científico de la clínica:
“También le asiste a la Secretaría de Salud parte del problema de las EPS intervenidas, cuando ellos manejan el régimen subsidiado, porque los usuarios dependen del gobierno departamental y los manejan a través de una ARS.
También deben participar en una mesa de trabajo donde esté el alcalde, el gobernador, el Secretario de Salud Departamental.
No pueden dejarnos solos, si se cierra una institución de salud el caos será enorme, porque si bien es cierto que propendemos por el cobro para poder seguir subsistiendo va a haber menos oferta para la demanda que existe.”
Urgencias Clínica Laura Daniela
El dolor de los demás
La noche vallenata era espléndida. Lucecita iba a mi lado dispuesta a lo que fuera, ella era la enferma y yo su acompañante, caminamos por la avenida iluminada y llegamos a la puerta de la Clínica Laura Daniela, era la primera vez que yo enteraba allí, ella ya había ido varias veces.
Entramos, ella me preguntó de pronto: “¿Y si me van a poner una inyección?”“Se deja inyectar no le va a hacer mal”. Le contesté y me provocó reírme a carcajadas, pero entonces si nos habríansacado; fue a admisiones, mostró su carné escribieron algo y dijo que tenía un fortísimo dolor estomacal, la mandaron a la sala de espera, se sentó en una salita y me afanó: “vaya, haga su recorrido.” ¡Qué buena actriz es mi amiga!, tenía una cara tan desencajada que hasta me asustó. Me fui por un pasillo entre camillas con pacientes adoloridos.
Lo mismo que en las otras clínicas, pero triplicados, en todas, el dolor es el mismo, el hacinamiento es el mismo, los acompañantes con la misma mirada de angustia; pasó un joven y sin darse cuenta dejó caer un chorro de avena, de la que llevaba en una cajita y me mojó los zapatos, seguí adelante, en la sala de observación una señora, canalizada, se comía un inmenso plato de arroz rojizo, no puedo entender cómo se come con esa voracidad si se está enfermo; a su lado un señor en una silla recibía el gota a gota, no hubo camilla para él, así vi a otros tres: di dos vueltas, los pacientes parecían tranquilos, no gritos, ni reclamos, yo que pensé que me iba a encontrar con el horror, era tanto lo que había escuchado sobre esa clínica y no, la vi igual a las otras ¿o será que me estoy acostumbrando a ese ambiente?
La vi sentada en una silla, en un rinconcito de la escalera que lleva a los pisos altos, blanca, pelo castaño y tenía los ojos y la naricita roja de tanto llorar, me acerqué: ¿Qué le pasa? “Mi madrecita que está ahí, le dio un paro cardíaco, la reanimaron y la van a llevar a UCI, me la traje de Pailitas rogándole a Dios que no muriera”. La emoción comenzó a jugarme una mala pasada, los ojos se me aguaron, ese dolor de los demás me afecta mucho.
Me estuve un ratito con ella, quería abrazarla, pero me contuve, siempre tengo que violentarme para no mostrar tanto mis sentimientos, me duele ese dolor que no es mío, me duele esa desazón que no es mía, me duele el viejito, de la camilla cercana, que es pura piel y huesos, con sus ojos apagados esperando sin saber qué espera; me duelen los pacientes de las urgencias; me duelen los familiares que los llevan esperanzados y que salen sin ellos, con el alma triste, me duele esa tristeza. Me duele ese mundo que tantos ignoran, que pasan por él indiferentes.
Quería quedarme allí pero escuché una voz que me puso alerta: Lucecita… , la llamaron, me senté a desear que no la fueran a canalizar ni a nada de eso, a mi lado estaba una negrita flaca como un junco, acurrucada en una silla, dormía para pasar la espera, se veía tan tiernecita, ¿qué tendría?
Al rato salió mi amiga, sonrió y me mostró una fórmula, vámonos ya; sí aquí no hay nada más que mirar. Cuando salimos nos miramos y nos reímos a carcajadas, ‘mire’- me dijo- ‘que compre esta medicina que es cara pero que me va a servir, la doctora me dijo que quizás estaba mal de los riñones’.
Así como así, sin análisis. Bajó la voz y me conto: “Dicen que algunos médicos recetan medicinas caras y le indican a uno la farmacia donde las puede comprar, y se ganan una comisión.” ¡Ah no, otro descubrimiento! Corrupción, deshonestidad, ¿qué era?
Nos sentamos al frente de la clínica, en un sitio donde venden minutos, ¿Ah si los vendieran de verdad, cuantos minutos de vida estaría uno dispuesto a comprar y a lanzarlos a manos llenas hacia el interior de la clínica?
Esperamos el carro que nos iba a recoger, me quedé silenciosa, Lucecita sabe que cuando me quedo así es mejor no hablarme, estaba pensando en este trabajo, en los que he aprendido, en lo que le ha aportado a mi visión de la vida, tantos afanes y anhelos, tanto desear cosas, tanto no valorar lo que se tiene:, tanto dolernos por amigos que nos dejan con la mano tendida; y ese afán sin sentido solo para después terminar en una camilla, ya sea elegante o en un pasillo, es lo mismo, con el mismo dolor de los demás, con la misma tragedia, hasta el momento de dejar de ser.
Llegaron dos ambulancias, se abrieron las puertas, más camillas, más enfermos, más tragedia.
Es la vida y es la muerte, al fin y al cabo ambas son la misma cosa.