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Clínicas de Valledupar en urgencias: Hoy El Hospital Rosario Pumarejo de López

Por Mary Daza Orozco

El doctor Hermes Vargas Lobo lleva veintiséis años trabajando en el hospital Rosario Pumarejo de López, es el único urgenciólogo de la ciudad, es un dedicado maestro de jóvenes generaciones de médicos, en su sitio de trabajo y rodeado de pacientes, nos habló de las debilidades y fortalezas de la sección de urgencias del legendario hospital vallenato.

El Pilón: ¿Qué dificultades enfrentan los médicos que trabajan en urgencias?

Hermes Vargas Lobo: Ninguna, esta es la mejor institución, en su campo no solo de Valledupar, sino del Cesar.

EP: Se dice que atienden a todo el que venga en busca de salud.

HVL: Aunque la prioridad es el subsidiado, también se atiende al contributivo y a quien porte cualquier carné, y si viene sin carné también se le atiende con la misma premura y eficiencia que a los demás.

EP: ¿Cómo es la atención en urgencias?

HVL: La atención es muy rápida y excelente,  se registran pequeñas quejas, más que todo por el hacinamiento ante la insuficiencia de los recintos de urgencias. Tenemos los consultorios,  la sala de observación y la de enfermos vitales o de traumas, yo  manejo esta última,  de consultorios nos derivan a los pacientes graves para acá.

EP: ¿No les hace falta nada?

HVL: Lo bonito de esto es que tenemos todo lo necesario para desempeñar nuestra labor, medicamentos y demás,  tenemos todas las especialidades, tanto que muchos del régimen contributivo se vienen para acá porque saben que encuentran al especialista que necesita; aquí no hay que esperar horas a los especialistas, ellos se presentan inmediatamente se les requiere.

EP: Usted dice que esto es perfecto, pero no hay nada perfecto.

HVL: (Se ríe agradablemente) Bueno, sería perfecto si tuviéramos dos ventiladores, porque cuando tenemos pacientes claudicados respiratoriamente y necesitamos entubarlos, tenemos que acudir a los ventiladorcitos de las ambulancias, pero ellas no están todo el tiempo aquí.

EP. ¿No hay más fallas, porque esto está rebozado de pacientes?

HVL. Nos falta espacio, pero estos son pacientes de urgencias, es distinto a las clínicas, que sí  se rebozan de consulta externa, aquí sólo entran para la parte de urgencias, eso no quiere decir que aquí no se cuele alguien y se le atiende, siempre hay un colado.

EP. ¿Por qué se tiene la idea de que el hospital Rosario Pumarejo de López es para gente muy pobre?

HVL: Esa idea viene de muy atrás, desde cuando se creó quizás, era atendido por monjitas de la caridad y después por damas voluntarias, y había pabellones para caridad. Pero ahora es para todo el que lo necesita.

EP. ¿Cómo es la relación con los políticos, porque aquí hay política?

HVL. Los médicos no somos políticos, aquí nos preocupamos por trabajar. Es lógico que un gerente o un jefe vengan con su propio equipo de colaboradores, pero casi siempre los médicos permanecemos aquí.

EP. ¿Hay muchas demandas contra ustedes, por lo que familiares de algún paciente que se agrava o muere, creen que fue desatención o mala práctica médica?

HVL. Siempre lo llaman a uno, pero para eso está la Historia Clínica, hay que escribir claro y sustentar allí todo lo relacionado con la evolución del paciente, informarles oportunamente a los familiares cómo llega  aquí y cómo va. A mí me han llamado varias veces a responder, pero siempre he salido sin problemas.

 

Habla el gerente

El hospital no tiene dolientes: Rubén Sierra

El gerente del hospital Rosario Pumarejo de López presentó un extenso informe en la Asamblea Departamental del Cesar, ahí logramos respuestas a nuestras inquietudes que no fueron respondidas por ningún funcionario, ni en urgencias, ni en la parte administrativa.

Sí hay falencias. El gerente recalcó sobre las perlas que encontró en las contrataciones y manejo del centro asistencial.


Perlas

Entre las que mencionó, se destacan:

  • La pérdida de mil cuatrocientos veintiocho millones de pesos en ingresos abiertos  (pacientes a los que se atiende y luego no aparece la historia clínica. Se queda el hospital sin soporte para exigir el pago).
  • Mil novecientos noventa y seis millones de pesos para arreglo de aires y equipos, sin embargo, hasta las cañerías están tapadas; es un desastre.
  • En cuanto a la nómina, destacó: hay 17 pediatras y 12 cirujanos, cada especialista gana 11 millones 600 mil pesos y no permanecen en el hospital,  cuando se necesitan hay que estarlos llamando.
  • Hay un pediatra que gana 20 millones mensuales, por 72 horas al mes.
  • El revisor de cuentas es un fumigador. El jefe de facturación, es un arquitecto y más de estas incongruencias.

Proyecciones

Dijo el doctor Sierra que se reducirán los gastos:

  • Los especialistas ganaran 60 mil pesos por hora y deberán permanecer en el hospital.
  • No se pagará ni por caras ni por apellidos, habrá una escala de acuerdo con los estudios que haya realizado el trabajador y lo capacitado que esté.
  • Se hará la Unidad Oncológica, porque la que hay es un cadáver. 
  • Una sala de quemados, porque a esos pacientes en el momento sólo se les puede brindar los primeros auxilios.
  • Una UCI pediátrica.
  • Una unidad renal.
  • La torre de laparoscopias.
  • Ampliación y remodelación de urgencias.
  • Se ampliará la unidad de Salud Mental.
  • Actualización de dinámica.
  • Creación de una ventanilla única.

Estos y más son los proyectos que se propone realizar el gerente Sierra  y que dará a conocer hoy en el Plan de Salud que ha diseñado para su administración.

Urgencias del Hospital Rosario Pumarejo de López

 

¿Ley del silencio?

La llegada a Urgencias del Hospital Rosario Pumarejo de López fue a las diez de la mañana. De entrada me encontré con el dolor hiriente, bueno a eso se está expuesto cuando se entra a un nosocomio: dos jovencitos abrazado lloraban inconsolables, se les acababa de morir la mamá. Caminé como huyendo de la angustia, pero llevándola como un nudo en la garganta. 

Allí dejan entrar a los periodistas (a diferencia de las clínicas), quizás porque recuerdan la vetusta, casi olvidada, ¿o derogada? Ley 51 de 1975, o ley de prensa, que en uno de sus artículos dice: “Los funcionarios públicos,  Instituciones y las autoridades de policía garantizarán la libre movilización del periodista y su acceso a los lugares de información, salvo en casos reservados conforme a las leyes”; me fui directo a la sala de traumas o de pacientes vitales (bueno esto es un oxímoron, figura literaria que consiste en tomar dos palabras contrapuestas o de sentido contrario para formar un producto diferente), entré y las doce camas estaban ocupadas, la última con un accidentado en una moto, un médico me dijo: “Ese se atiende por el Soat, ¿sabe que hay una clínica que trafica con los taxista, les pagan si le llevan víctimas de accidente de tránsito, que son los del Soat? Pero eso sí, si encuentran a un indigente, a alguien de la tercera edad tirado en una calle corren a traerlo para acá.

Entró una mujer joven sudorosa, con el pelo desordenado y se daba palmaditas en el pecho: ‘¡Doctor sálveme, me duele el corazón, me estoy muriendo!”, el doctor, con paciencia infinita llamó a una joven médica y le dijo: ‘La señora viene ansiosa, cálmela’. Y se la llevaron.
Seguí recorriendo salas, el hacinamiento, el apretujamiento es impresionante, en los pasillos, en el piso, en la sala de observación, escuché a una señora que cuidaba a su hijo: “Aquí son mentirosos, y que la atención es rápida y hasta cuándo vamos a esperar”, las mismas quejas que en otras clínicas, el mismo panorama pero agrandado, el mismo dolor, la misma espera, la vida mostrando su lado oscuro. ¡Ah!, el riesgo de vivir.

Llegué a la salita de pediatría: el llanto de los que comienzan a sentir lo que es el dolor que se atreve a herir sus tiernas existencias; al otro lado unas cuantas camas de lo que es la unidad de Salud Mental; una sala exclusiva para los de Dusakawi, EPS poderosa que alquiló el recinto para sus usuarios, y di vueltas, quería hablar con alguien, todo el mundo estaba de afán. 

Allí nadie habla, ¿ley del silencio? Hay un miedo soterrado a contestar y una cierta paranoia que se cuela en el ambiente,  pregunté por el coordinador de urgencias, no hay, se fue el que estaba y no han nombrado; me enviaron donde una jefe de no sé qué, se asustó cuando escuchó mis preguntas: “No estoy autorizada para hablar, y ahora menos, no”. Le indiqué que yo no quería que acusara a nadie sólo que me hablara sobre los problemas o facilidades en su trabajo. ‘No’. Salí de allí y alguien me insinuó que buscara a la Coordinadora Científica, caminé por pasillos, me perdí, di vueltas, en su oficina no estaba, no la encontré. 

Es un miedo que se vuelve energía inadecuada que se junta con el miedo de los pacientes, porque todo paciente tiene miedo de pensar que va a morir, miedo que se potencializa, que hace daño, inmenso daño. ¿Será que están cuidando su puesto? Eso es, estoy segura, porque no hay más explicaciones.

Me dediqué a andar por entre las camillas que se apiñaban a un lado de la entrada, conversé con algunos enfermos, o con sus acompañantes, algunos querían hablar más de la cuenta, ¿el tema? Sus padecimientos; otros, no tenían fuerza para contestar.

El hospital, el viejo hospital, aunque sus paredes y fachada estén remozadas, tiene ese olor a rancias historias, a vidas que se han ido, a dolor por lo que mueren y a alegría por los que nacen, a eficiencia, porque sí es eficiente, que no le niega entrada a decenas de adoloridos, la mayoría víctimas de un país enfermo, un país que baila, que es alegre, que canta y vibra, pero que en sus adentros está repleto de miedo, el miedo que lo carcome Y así, como  el hospital, teme hablar, denunciar, pedir, exigir señalar; miedo a una bala, al secuestro, a la extorsión, al atraco, a un falso positivo; miedo, miedo todo, miedo a morir olvidado en la camilla de cualquier hospital o esperando el turno para una consulta.


 

 

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