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Clavados en el río, una recreación peligrosa

Sin camisa y con una sudadera de un reconocido colegio de Valledupar, Neider se dispone a realizar una faena que practica desde cuando tenía 12 años. Son las 11 de la mañana de un día soleado en medio del silencio de un lunes, lo único que se escucha es el choque oleado de la corriente de aguas del Guatapurí contra las inmensas rocas que lo cubren.

Su mirada pícara y sonrisa exagerada hacen parte de su semblante a la hora de asumir el reto que para algunos es un juego, pero para otros el camino más corto para el infierno. Se libera de su sudadera azul para sentirte más cómodo en su faena. “Dame dos mil barras y me tiro”, retó el joven a uno de los pocos bañistas, mientras Neider subía al puente colgante de Hurtado para zambullirse a las turbulentas aguas.

Amagó tres veces… luego se escuchó el estruendoso impacto del choque vertical de su cuerpo con la corriente; fue el clavado perfecto y un gesto de admiración para los pocos turistas. Neider tuvo la medida perfecta para caer en medio de dos gigantescas rocas separadas por tres metros.

“Yo hago esto porque me gusta, a veces me escapo del colegio para venirme en bicicleta con mis compañeros, por ahí me dan dos mil y hasta cinco mil por tirarme, pero no me da miedo porque ya sé dónde caer, tengo la medida perfecta”, aseguró el joven, ahora con 17 años y estudiante de undécimo grado.

Neider no conoce el miedo, tampoco carece de valor para hacer algo que perece conocerlo de manera mecánica; un tatuaje en su brazo izquierdo con la figura de Lionel Messi, delatan su admiración por el ídolo argentino; sin embargo, su semblante rebelde lo evidencia cuando habla de su condición social.
“Yo vivo en La Nevada con mi abuela y mi mamá; ella está pendiente de su trabajo en el centro, en la casa soy el único hombre y nadie me dice nada por lo que hago, creo que no saben, porque me hacen en el colegio”, aseguró Neider, mientras inspecciona el panorama para un nuevo clavado, rumbo a las aguas que un día sirvieron de inspiración a los románticos compositores del vallenato, pero que paradójicamente, esa misma corriente se convirtió, para algunos, en el camino más cercano al infierno.

Neider vuelve a zambullirse. Esta vez sus piernas caen primero a las aguas. No fue un clavado, como el mismo asegura, pues dice que tiene tres formas de tirarse: “de cabeza, de pie y de espalda”.

Historia similar a la de Cristian, un joven de 16 años que conoce como la palma de su mano los secretos del río; sabe cuándo las aguas son prohibidas o están ‘enfurecidas’. “Yo tengo como ocho años de estar viniendo al río a bañarme, a veces pido permiso, otras veces no”, aseguró el adolescente sentado en una de las gigantes rocas ancladas en Guatapurí.

Sin embargo, más allá de su simple adicción a las emociones fuertes, el joven trata de disimular una de sus faenas cuando divisa a lo lejos el lente del reportero gráfico de EL PILÓN. “¿Ese periódico cuál es? pregunta Cristian por temor a ser visto por sus padres en una fotografía del reconocido medio de comunicación. “Mi papá lee mucho el periódico y no quiero que me vean…ah es El Pilón… dame dos mil y me tiro”, dijo el menor.

La situación de Cristian es similar a la de muchos jóvenes que desafían el peligro en las aguas del Guatapurí a espaldas de sus padres. “Me vengo para acá porque no tengo nada que hacer, me echaron del colegio y mi única distracción es bañarme en el río y tirarme del puente colgante, lo hago porque me gusta y nada más”, admitió el adolescente.

Como Néider y Cristian, muchos bañistas asumen el reto en las alturas desde el puente colgante o sencillamente en una de las rocas estancadas en el río: dos ejemplos de una afición sin límite que sirve como sofisma de recreación para algunos, pero que otras veces termina en tragedia.

Sandro Romero lleva 27 años vendiendo arropillas y accesorios en el balneario Hurtado. Muchas veces ha sido testigo de desenlaces fatales, cuando las personas han perdido la vida por culpa del “traicionero” río Guatapurí, como él mismo lo llama. “He visto muchas personas que se han ahogado porque abusan de la corriente y desconocen a donde pisan, otras porque intentan tirarse del puente colgante o del de concreto y terminan golpeándose la cabeza y mueren; entre mayo y junio se han ahogado dos personas, aquí lo que se necesita es autoridad, mire hace como diez días se ahogó un niño y desde entonces todos los domingos viene la Defensa Civil en compañía de la Policía a vigilar que no se tiren del puente”, recordó.

Como padre de familia, Sandro Romero es consciente que “hoy algunos padres perdieron control y autoridad ante sus hijos, eso es muy complejo, porque los niños se vienen para acá sin permiso y los hacen en el colegio. Ahora que el río volvió a su caudal normal, muchos jóvenes vienen los días de semana a bañarse y tirarse desde el puente. Eso es un peligro”.

Carlos Enrique Martínez, de 37 años, es el mejor para recuperar los cuerpos de quienes mueren ahogados en el balneario Hurtado; hace 15 años hizo su primer rescate. Recuerda que se trataba de un joven de 17 años, que sin conocer el río se lanzó al agua y no volvió a salir a flote al golpearse con una piedra en el fondo del cauce.

Carlos habla con propiedad a la hora de referirse a los secretos del Guatapurí. “Cuando lo encontré ya los pescados le habían comido parte de los ojos, la nariz, los labios. Esa escena fue muy fea. No daba para encontrarlo porque estaba inmerso en La Olla, una de las zonas más peligrosas del río, porque ahí los bañistas no ven las rocas”.

Estimó que “en algunas partes el río puede tener 12 y hasta 14 metros de profundidad, donde una persona que no tenga la experiencia y no conozca puede quedar atrapada en las cuevas y ahogarse”.

La primera víctima por inmersión en el 2016 ocurrió el pasado 30 de abril, cuando Daniel Enrique Ospino, de 20 años, departía con unas amigas y fue arrastrado por la corriente.
El joven salió de su casa en el barrio Divino Niño, al noroccidente de Valledupar, a las 8:00 de la mañana en compañía de dos vecinas; cuando llegaron al río se ubicaron en la margen izquierda del afluente, en inmediaciones del puente Hurtado; después de varias horas de estar en el lugar se presentó la emergencia.

Todo inició cuando una de las mujeres que acompañaba a Daniel se lanzó al río y se estaba ahogando. “Él al darse cuenta de lo que ocurría se lanzó para salvarla; una vez la sacó, intentó salir pero la fuerza de la corriente lo arrastró y no volvió a salir”, aseguró uno de los testigos.

Quienes conocen esa parte del río aseguran que en lo profundo hay un remolino y unas cuevas que absorben lo que esté a su paso.

Eso pudo ocurrir, según dijeron curiosos que presenciaron el hecho.

Los organismos de socorro dijeron que el cuerpo de Daniel debía estar atascado entre las piedras que forman una cueva debajo del puente Hurtado, pues de lo contrario la corriente lo hubiera arrastrado y hubiese sido más fácil su rescate.

El hecho más reciente fue la muerte del niño Daniel Pitre Díaz, de 10 años de edad, quien fue trasladado a un centro asistencial luego de haber permanecido más de cinco minutos sumergido en el río Guatapurí.

El infante disfrutaba de un paseo familiar cerca del puente colgante del balneario Hurtado, se bañaba junto a su hermano de 12 años, cuando quedaron en una zona profunda del afluente, en el sector conocido como ‘El Pozo de los Caballos’.

Bañistas manifestaron en aquel momento que los hermanos se lanzaron de una de las gigantescas piedras ubicadas en esa zona del balneario, cuando fueron absorbidos por uno de los remolinos que se forman debajo del agua.

Las autoridades
Sobre el tema, la secretaria de Gobierno municipal, Sandra Cujía, aseguró que se han implementado controles como mecanismos de prevención para evitar nuevas tragedias. “Hace 15 días comenzamos con estrictos controles durante los fines de semana para sensibilizar a los bañistas sobre los peligros en el río, hay muchos jóvenes groseros que no atienden nuestras recomendaciones, ¿dónde están los padres de estos niños que sin ningún tipo de problemas exponen sus vidas lanzándose del puente colgante?”.

La funcionaria reveló que “está listo un decreto para el buen uso del balneario Hurtado, incluso hay unos recursos asignados para la instalación de bocinas para alertar sobre una eventual creciente y promocionar cuñas de prevención. Vamos a implementar un botón de pánico para algunos comerciantes del lugar y así advertir sobre cualquier situación de riesgo. Las muertes por inmersión se llaman muertes silenciosas porque en dos o tres minutos una persona pierde la vida de esta forma”.

Por Nibaldo Bustamante / EL PILÓN

 

 

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