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Civismo en Valledupar durante el fin de semana

Uno de los problemas más complejos que tienen las ciudades colombianas, en general, es el tema de la fuerza pública disponible para atender los fenómenos de inseguridad. En algunas capitales, la Policía Nacional tiene que redoblar sus esfuerzos los fines de semana para dedicar buena parte de su personal a atender casos de violencia intrafamiliar, peleas de borrachos y otros fenómenos de intolerancia.
En el caso de Bogotá, la capital del país, el comandante de la Policía Metropolitana se lamentaba públicamente que una era la ciudad de lunes a jueves; y otra bien distinta la de viernes a domingo y peor aún los fines de semana que tienen lunes festivo. El problema, explicaba, era que la falta de cultura ciudadana, de civismo y de tolerancia, se estaba convirtiendo en un problema complejo y difícil para la Policía en las grandes ciudades.
Valledupar, guardadas las proporciones, está viviendo también una situación similar a la de Bogotá y a la de varias capitales de departamento, pareciera que se diera u desdoblamiento de parte de la gente, principalmente los más jóvenes, con motivo de la parranda y la rumba.
Lamentablemente en la ciudad, insistimos, al igual que en buena parte del país, no existe una cultura del buen beber, de tomar trago con moderación, una cultura de la tolerancia entre amigos y en la misma familia; entonces, los fines de semana aumentan las riñas callejeras, las peleas entre esposos y hermanos, y tiene que intervenir la Policía para solucionar problemas que se podría evitar o que se pueden resolver amigablemente con otra actitud.
En el caso de la capital del Cesar, conocemos de los esfuerzos de la Policía Nacional durante las noches de los fines de semana, cuando muchos jóvenes abusan de sus vehículos, motos y carros, y los usan a pesar de estar consumiendo licor. De poco o nada han servido las campañas cívicas y de cultura ciudadana para convencer a los conductores del riesgo al que se exponen, casi suicida, y también al que exponen a sus pasajeros, amigos o particulares.
Adicionalmente, algunos grupos de muchachos – y también de adultos- siguen incurriendo en la práctica de terminar la parranda a la orilla del río Guatapurí, en la zona conocida como Miami, Los Poporos, en el frente del Colegio de la Sagrada Familia, entre otros sitios, donde llegan con toda la bulla en los equipos de sonido de sus carros, a perturbar la tranquilidad de sectores residenciales. Ante este fenómeno es muy poco lo que puede hacer la Policía con el personal que tiene disponible para los fines de semana, sino cuenta con la colaboración de la ciudadanía.
Hay que reconocer que Valledupar tiene una cultura amiga de la parranda y del trago, hace parte de nuestra idiosincrasia, al lado de nuestra música vernácula, pero ello no puede ser pretexto para que se presente el desorden que se registra, con accidentes, peleas entre amigos y borrachos y casos de maltrato a las mujeres, también bajo el pretexto del consumo de licor, como lo demuestran las estadísticas de la Policía Nacional y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.
Desde estas páginas, queremos llamar la atención sobre este fenómeno. Insistir a la Policía en intensificar los controles que deben realizar, pero también le corresponde a las autoridades civiles, a los mismos padres de familia tener una mayor supervisión sobre sus hijos, inclusive a los profesores en los colegios advertir sobre los riesgos del consumo exagerado de licor y dar el mensaje que es posible tomar con moderación, hacer una parranda sin ofender al otro y participar en el jolgorio sin agredir a la novia, a la esposa y a las mujeres en general. Entre todos: autoridades civiles, policía y ciudadanía, podemos crear conciencia para una parranda sana y tranquila en la capital mundial del Vallenato.

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