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¡Cirujanos del deporte blanco!

Gerardo Manríquez Chávez y su hijo Alexander cultivan un oficio que, para algunos, pasa desapercibido en cualquier certamen tenístico. Hoy están en Valledupar como cirujanos del ‘deporte blanco’.

Padre e hijo unidos por un mismo arte. Son los rostros ocultos del éxito individual de cada tenista, no importa de quién se trate o de dónde provenga.

Gerardo y Alexander llevan la misma sangre y cultivan la misma pasión, recorren las ciudades colombianas en donde el tenis sea noticia. Ahí están sus manos mágicas para hacerle una ‘cirugía’ a una raqueta deteriorada.

Disfrutan su labor en medio de tantas figuras del ‘deporte blanco’. Hoy su estación llega a Valledupar para rendirle tributo a un oficio heredado de sus ancestros. Alexander sigue las huellas de su padre Gerardo Manríquez Chávez, dos bogotanos que se ganan la vida tejiendo raquetas a gusto de cada deportista.

“Nosotros utilizamos una máquina encordadora que sirve para tensionar las cuerdas, también llamadas poliéster; cada deportista la quiere a su manera, algunos les gusta muy tensionadas, otros no, eso es relativo, cada quien tiene su forma de utilizar su raqueta para sentirse con mayor comodidad a la hora de buscar los resultados”, explicó el hombre de 65 años, mientras observa cómo su hijo aprendió a la perfección los conocimientos que heredó de su abuelo y su tío.

“Mi hermano y mi papá nos enseñaron este arte, arreglar raquetas es un oficio que siempre nos gustó porque eso es una técnica que nosotros como familia siempre lo cultivamos”, reconoció Gerardo Manríquez Chávez, quien por más de 50 años viene desempeñándose como la cara oculta de cualquier torneo de tenis en la geografía nacional.

Su hijo Alexander, por su parte, tiene 13 años en esta labor y explicó que “una raqueta está hecha en grafito ligado a otros elementos químicos como el titanio, la tensión de la raqueta se mide por kilos y por libras, dependiendo de cómo le guste al tenista. Uno emplea un promedio de media hora arreglando la herramienta principal de un jugador, tuvimos la oportunidad de servirles a Alejandro Falla, Juan Sebastián Cabal y Robert Farah, ellos pasaron por este tipo de torneos, como el que tenemos en Valledupar”.

Lo económico

Su rol dentro de cualquier torneo pasa desapercibido para algunos, pero para otros se convierte en el corazón de cada atleta. “A nosotros nos traen los patrocinadores del torneo, hemos conocido el país llevando nuestro oficio, encordar una raquera cuesta alrededor de 20 mil pesos o 7 dólares para la gente que venga del exterior, es una responsabilidad muy grande porque la raqueta es la herramienta de trabajo del tenista, por eso ésta debe estar en perfectas condiciones. Yo tengo 40 años y disfruto lo que hago”, aseguró Alexander Manríquez Contreras.

El tenis son su fuente de ingreso económico, incluso en la capital del país son dueños de un reconocido establecimiento de venta de elementos para la práctica del squash y del tenis.

“Nosotros tenemos nuestra empresa particular y para mover todos estos equipos para reparar raquetas utilizamos una camioneta, estas herramientas se desarman y así vamos donde haya un certamen, como el de Valledupar; en Colombia hay muchos y hasta allá vamos, nosotros somos muy conocidos en el gremio del tenis nacional porque a estos torneos siempre vienen los mismos”, puntualizó don Gerardo Manríquez.

Gerardo Manríquez Chávez y su hijo Alexander cultivan un oficio que, para algunos, pasa desapercibido en cualquier certamen tenístico. Hoy están en Valledupar como cirujanos del ‘deporte blanco’.

Nibaldo Bustamante/EL PILÓN

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