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Cinco Esquinas, “mi segundo hogar”

Negociar lo que mas le gusta a Orcasita Foto; Daniel Ramírez

La pobreza sólo existe en aquel que se siente pobre. Cuando Ana Orcasita fue dejando su “niñez” lo que le enseñaron sus padres fue a trabajar, aunque nunca fue a una escuela la honradez y los buenos valores nunca le faltaron. Fue así cómo desde sus doce años comenzó a laborar ayudando en casas de familia inicialmente con labores poco pesadas, de allí se fue dando a conocer y siempre tuvo algo claro: pobre es aquel que sufre de pereza, porque así con mayor razón lo alcanza la pobreza.

Sus amigas de infancia no encontraban explicación alguna, de por qué Orcasita siempre estaba feliz, siendo pobre, sus ojos permanecen iluminados y una sonrisa que la caracteriza. Ana, ante las dudas de sus amigas y sus pesares, porque siempre mantuvieron en la pereza, no hacía otra cosa que decirles, “Pobre, es aquel que lo es de espíritu, de prejuicios, egoísmos y envidia, mientras Dios me de salud y tenga mis dos manos, trabajaré”.

“El amor y respeto, es lo que he enseñado a mis hijos; en mi hogar puede faltar algo material quizás, pero el amor, la unión y solidaridad; no falta” Ana Orcasita

Ana Orcasita tiene 11 años con un puesto de venta de ropa en el callejón de cinco esquinas, vive en el barrio el Carmen y ha trabajado toda su vida. Poda y ornato, barrer las calles, lavando, planchando, cuidando niños. Han sido éstos algunos de los empleos por los cuales ha pasado en su vida. Si se le pregunta donde ha trabajado, muy sonreída responde: “en qué no he trabajado”.

Una luz en el camino

Transcurrido el tiempo llegó su primera hija, quien hoy tiene 30 años. Fue esta razón más fuerte para continuar batallando. “Yo no fui al colegio, pero a mi hija quería darle lo que yo no tuve, así que ella estudió el bachillerato y ha hecho varios cursos técnicos. La pobreza nunca ha sido impedimento en mi vida, pobre es aquel que cree no tener carencia de nada porque tiene dinero, pero en realidad le falta todo” siempre ha sido ésta la actitud de doña Ana.

Pasaron diez años y llegó su otro hijo, el cuál ella llama el bordón. “A los dos los quiero por igual, pero el menor es el que aún me acompaña y por él continúo guerreando, estudia diseño gráfico en la UDES así que con mayor razón trabajo con más ganas y sin ningún reproche, porque la vida y Dios permitieron sacar a mis dos pequeños adelante”.

Pobre es aquel que nunca ha aprendido a amar, para la señora, ésta es su riqueza. “El amor y respeto, es lo que he enseñado a mis hijos, en mi hogar puede faltar algo material quizás, pero el amor, la unión, solidaridad, eso no nos falta. Y es esa la verdadera fortuna. He inculcado en mis hijos a valorar las pequeñas cosas de la vida, somos ricos en salud y quizás alguien con todo el dinero pueda mejorarla, pero jamás comprarla”.

La verdadera pobreza se encuentra en la falta de sentimientos, en la falta de horizontes, que son los que nunca le han faltado a Ana Orcasita, ella desde temprano se levanta a hacerle una buena cara a la vida. Se va a su puesto de trabajo a organizar su ropa con total agrado y amor.

“Soy amiga de todos, al que pueda servirle le sirvo, de lo poco que tenga de ese poco doy, es allí dónde está la abundancia jovencita. Por eso creo que no nos ha faltado el pan en casa, no doy para recibir; pero siento que entre más comparto, mas tengo; no manejo precios altos, no pretendo robarle a nadie, vendo al valor justo, agregó”.

Mi segundo hogar

“El callejón de Cinco Esquinas, ha sido mi segundo hogar; aquí paso la mayor parte del tiempo y somos una sola familia. Acá no sólo se trabaja, está el cuenta chistes, la cantante, la docente. Todos saben de todo un poco, este corredor está lleno de anécdotas, enseñanzas. Si aquí le duele la cabeza a uno nos duele a todos. Algunas veces las ventas no son las mejores, pero me las ingenio de alguna manera que llego con la comida a casa” manifestó con cara de agradecimiento Orcasita.

De lo que hay que tener miedo es del propio miedo, es ese el que no deja avanzar a las personas, “no nací en familia adinerada, pero no me ha faltado nada. Mis hijos los he llevado hasta donde ellos han querido, hay que soñar, ser agradecidos y no tener límites, la vida no es fácil, por eso hay que saber vivirla sin pesares, egoísmos, resentimientos, envidias. Hay que tener un corazón alegre, lleno de regocijo” son éstas palabras llenas de sabiduría las que expresa Ana sin cesar.

Por Letty Polo Thomas

Categories: Económicas
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