Desde 1971, aproximadamente, atravieso esa población, pero solo eso, cruzar por sus orillas. Nunca había ingresado a su centro histórico, pero siempre tuve la intención de conocer más. Lo concreté recientemente con una corta pero fructífera visita, guiado por el amigo cienaguero, Luis Cantillo, concluyendo rápidamente que esa ciudad posee un invaluable patrimonio histórico, arquitectónico y cultural.
Me pregunté varias cosas sobre su pasado y encontré que fue fundada en 1525 por Rodrigo de Bastidas habiendo recibido, finalmente en 1908 el nombre de Ciénaga, siendo en asuntos de tipo legal “Ciénaga-San Juan del Córdoba”.
Observé lo hoy existente, fruto de su pasado y he imaginado su futuro y mi primera conclusión fue que debió ser maravilloso haber vivido en su etapa floreciente y llena de gusto, producida por la bonanza bananera, de la cual es muestra su sólida arquitectura neoclásica, siendo un verdadero tesoro y de entre las cuales podemos contar el edificio de la Alcaldía, la sede de una institución universitaria, el colegio de La Presentación, la mal entendida “Casa del diablo”, nombre que se asocia impropiamente con el rey de los infiernos, la iglesia de San Juan Bautista y el templete del Parque del Centenario.
Una construcción que me llamó grandemente la atención fue la sede de los masones o templo masónico, cuya belleza es inigualable, diseñada por el arquitecto francés George Julian Carpentier y terminada en 1929. En Colombia pocas logias podrán mostrar algo igual o parecido.
Ciénaga fue, pero hoy conserva mucho de su esplendor, a mi modo de ver, poco valorado. La ciudad que podría ser, no está claramente perfilada. ¡Aún es tiempo!
Sus playas, porque para más de uno será sorpresa que las tiene, muy amplias y conservadas hasta donde pude observar, desde las cuales se ven los altos edificios de un sector de Santa Marta lo que induce a pensar en si Ciénaga no será, por lo menos, una zona de expansión, guardando su valiosa y propia identidad.
Del aeropuerto de Santa Marta hasta Ciénaga hay escasos kilómetros que se recorren en menos de veinte minutos por una vía de doble calzada y el Ernesto Cortissoz, de Soledad, aproximadamente a una hora.
Las condiciones están dadas, no hay que ser un especialista en la materia para entenderlo, pero lo que se necesita es querer hacerlo. Ciénaga está en el mapa, allí podemos encontrarla, pero se encuentra lejos de su deber ser.
Por Jaime García Chadid