En economía es tarea de titanes encontrar algo positivo. Ocampo se ha venido de manera injusta contra el sector empresarial, a quien acusa de “generar pánico […] que está generando poca credibilidad en el gobierno”.
No es cierto. La ausencia de credibilidad es resultado de las contradicciones y de los mensajes equivocados que han enviado Petro y su gabinete al mercado. Para rematar, han pretendido descabezar los dirigentes gremiales que los incomodan. Actitud de maloliente tufo autoritario.
Además, nos clavó una tributaria descomunal, la más gravosa de la historia, y muy inoportuna, con inflación disparada y una probable recesión mundial. No resuelve los problemas estructurales de la tributación, agrava el problema de centrar el recaudo en la renta de las empresas, desincentiva la inversión, castiga a los más vulnerables y fuertemente a los tenderos, alimentará aún más la inflación, frena la construcción, y crea cargas fiscales que matan la gallina de los huevos de oro, el sector petrolero y minero.
Y todavía no dicen en qué se usarán esos 20 billones anuales, excepto que anuncian que serán para “gasto social”. No se destinarán a cerrar el déficit fiscal sino a crecer aún más la ya excesiva red asistencial del Estado. En un error suponer que hace bien el Estado al aumentar el número de ciudadanos que dependen de su ayuda. Es al revés: que más ciudadanos necesiten asistencias es solo la prueba del fracaso de un Estado. Es la lógica política del empobrecimiento, esbozada por el mismo Petro: que los ricos se vayan y la clase media disminuya y los pobres sean más y dependan de una maquinaria burocrática que ellos controlan.
El presupuesto del 2023 crece un 15,1%, en especial en gastos de funcionamiento, y no se hace ningún esfuerzo estructural de ahorro y austeridad. Y Ocampo no ha sido capaz de conseguir que se anuncie que sí habrá nuevos contratos de exploración y explotación de petróleo, indispensables para tener las divisas que permitan el pago de la deuda externa y la financiación del gasto público. Por eso el peso se devalúa aceleradamente y el costo de la deuda colombiana está disparado. Sin contar los intereses mucho más altos que ahora estamos pagando por el mayor riesgo país, la devaluación hace que hoy la deuda pública externa nos cueste 90,5 billones de pesos más.
Un comentario rápido sobre el sector petrolero: sin contar el efecto de que este jueves pasado haya sido excluida del índice MSCI, la acción de Ecopetrol había caído un 45% desde la elección de Petro. 90 billones más perdidos. Debería ser un escándalo, pero no pasa nada.
En fin, el resultado es que más temprano que tarde la economía, que venía disparada y con el mejor comportamiento entre todas las de la región, se va a pegar un frenón brutal y se dispararán el desempleo y la pobreza. El de Petro es un gobierno brutalmente empobrecedor.