Los cien primeros días para un mandatario son una expectativa ofrecida a sus gobernados cuando apenas se introduce en los laberintos del sector público y durante los cuales aún no gobierna. En este periodo de gracia deberá informar cuál sería su posible accionar; es la portada de lo que podría hacer, equivalente a la maqueta de un edificio. Cien días solo representan el 6 % de sus cuatro años, pero en esta fracción el mandatario deberá dar a conocer a la sociedad civil cómo encontró a su ente en materia de finanzas, capacidad de endeudamiento, obras en curso con sus avances financieros y físico, así como sus costos y la situación jurídica del ente, entre otras cosas.
También deberá informar, en forma concreta, cuáles son las prioridades para su plan de desarrollo, afinando ya sus propuestas electorales mostrando los indicadores relevantes para compararlos con los propios que deberá mostrar al finalizar su gobierno. Cien días son suficientes para tener este conocimiento e ir más allá de sus compromisos burocráticos y contractuales. Su plan de desarrollo debe ser socializado durante este tiempo de observación y prospección. Contado este periodo, ni la gobernadora Elvia Milena ni el alcalde Ernesto Orozco, y tal vez ninguno otro del Cesar, han hecho esta tarea; esto significa que, quizás, ignoran para donde van.
La continuidad y falta de alternatividad gubernamental se presta para el tape-tape; aún no sabemos cómo les fue al Mello Castro y a la variopinta Gobernación del Cesar en cuerpo extraño. Hay unos indicadores muy sensibles que sirven para medir qué clase de localidad o región tenemos, objeto de atención de los organismos internacionales. Estos son: la tasa de mortalidad infantil, TMI (< de 1 año), la tasa de mortalidad materna, TMM; y la tasa de mortalidad de la niñez por desnutrición, TMND (< de cinco años). Para la tradición de la gobernanza colombiana, trabajar sobre estos tópicos, que solo los perciben los estudiosos de la materia, no se ven ni tienen plusvalía económica para gobernantes.
Alfonso Araújo Cotes, siendo director de Insfopal, se obsesionó con fortalecer la infraestructura de acueductos y alcantarillados del Cesar; luego aspiró al Congreso, pero los votos no le alcanzaron. En tono jovial, Pepe Castro le dijo: “Te lo dije, los tubos no se ven”. Por eso, hoy seguimos sin acueductos, más nadie quiere repetir esta historia; a nadie le importa si siguen muriendo miles de personas por falta de saneamiento básico. El Cesar y Valledupar comparten puestos coleros en los indicadores arriba anotados. Con estos hay problemas de oportunidad en la presentación consolidada de las cifras y solo tenemos actualizadas las cifras de 2018 pero estimando tenemos que la TMI para 2022 de Valledupar y el Cesar serían 12.2 y 14.6 por cada mil nacidos vivos. La TMM es creciente para ambos entes y la más alta del país para capitales y departamentos. En 2005 las tasas respectivas para Valledupar y el Cesar eran 22.44 y 55.30 y con las cifras de 2018 se estima que para el 2022 serían 101.88 y 138.64; estas se calculan por cada cien mil niños nacidos.
Las TMND proyectadas para 2022 son respectivamente 14.28 y 27.29 para Valledupar y el Cesar; este indicador se mide sobre mil niños nacidos vivos. Las tasas de reducción para los dos primeros indicadores han sido pequeñas y la TMM es ascendente, es una tendencia huérfana. No existe vigilancia sobre el comportamiento de ninguno ellos ni metas de mejoramiento. Tendremos que esperar cuatro años para saber qué pasó. Mientras tanto, que sigan muriendo los niños.
Luis Napoleón de Armas P.