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Cien días de alboroto

“Fueron cien días de bohemia, no niego que te adoraba, vivo con la que se queda y la que se va que se vaya”.

Iniciamos este escrito transcribiendo un aparte de la canción ‘Cien días de bohemia’ de la autoría de Rafa Manjarrez incluida por los Hermanos Zuleta en el CD así titulado y con el cual obtuvieron el premio Grammy a propósito de la proximidad de los cien días de gobierno de los actuales mandatarios.

Llama nuestra atención la innecesaria carrera y las peligrosísimas precipitudes en que algunos incurren ante la inminencia de la llegada de ese plazo como si el mundo o su administración terminaran ese día, no hay que olvidar que tienen por delante tres años y nueve meses para ejecutar sus programas de gobierno y pasar a la historia o al olvido, la prisa por mostrar obras de cemento y ladrillo “como sea” es madre putativa de las destituciones y las medidas de aseguramiento, eso es más peligroso que clavo en tobogán, la improvisación y la adulación son muy malas consejeras para los gobernantes.

La actitud alborotada que algunos asumen con muchos gobernadores y alcaldes en su desesperación por tener contenta a la galería, puede frustrar muchos sueños innecesariamente porque para que se vean resultados se corre el riesgo de omitir ritualidades y eludir requisitos cuando esto apenas comienza y cien días no son suficientes, muchas veces ni para conocer de qué clase de gente se han rodeado.

Se escucha por todas partes a mucha gente que, obviamente no son los que van a firmar ni serán los que tendrán que responder después si algo sale mal, apurando a los ordenadores del gasto diciéndoles que “no vayan a perder la fama de agiles y eficientes”, no teniendo cosas grandes para mostrar el día cien, y en estos casos el que se precipite pierde quedando entonces como aquellos que al momento de adquirir no supo el modo y por eso al momento de perder lo pierde todo.

Las cabecitas al momento de tomar decisiones oficiales deben enfriarse, así los acontecimientos estén calientes, es como al aire acondicionado que el fuego va para fuera, pero adentro para que la gente piense con tranquilidad enfría, los cabecitas locas todo lo ven fácil y les fascina decir: “Lo único que tienes que poner es una firmita”, y ¿a cuántas personas en esta vida no se les ha acabado su vida y la de su familia por una firmita?

Es importantísimo en el momento actual hacer un esfuerzo a fin de que la informalidad administrativa se acabe en el sector público para que no resulten nugatorios los fines esenciales del Estado previsto por el artículo 2° Constitucional, de tal modo que no termine saliendo para el servidor público más caro el ajo que la carne.

Hay que aprender a decir que no cuando toca, es mejor sonrojarse ya para no tener que palidecer después. Como decía ‘El Cacique’: “Se las dejo ahí”.

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Luis Eduardo Acosta Medina: