Con una casa de dos habitaciones y un baño construido con bloques, inició la historia del barrio Cicerón Maestre que hoy en día cuenta aproximadamente con 22 manzanas que albergan más de 200 familias.
El surgimiento del barrio se dio hace 35 años y fue tras la muerte del señor Cicerón Maestre que sus familiares decidieron vender el terreno, nombre que heredó dicho sector.
La primera habitante de esta comunidad se llama Joaquina Suárez, quien aún recuerda como a pesar de lo alejado y solitario que se encontraba su casa del resto de la ciudad, agradecía a Dios y a su esposo por tener un techo donde pasar sus días.
Sin duda Joaquina Suárez es una joya invaluable para su comunidad, porque guarda en su memoria cada progreso y dificultad que ha enfrentado el barrio con el transcurrir del tiempo. Esta mujer de 75 años con espíritu solidario y alma de joven es amada y respetada por toda su comunidad.
“Cuando yo me mudé al barrio me tocaba encerrarme temprano porque los ladrones pasaban por acá para huir de quienes vinieran persiguiéndolos desde barrios más poblados. Me gustaría que mi barrio empezara a ser tomado en cuenta para grandes proyectos. No me quiero ir de aquí sin ver un verdadero progreso”, indicó Joaquina Suárez.
Con el correr del tiempo, los terrenos enmontados fueron adquiriendo dimensión de urbanización, formándose como vecino de los barrios El Limonar, El Progreso, Antonio Galán y La Victoria.
El nivel de estudio de los habitantes de este barrio estrato uno, es bajo, debido al alto índice de deserción escolar, que según sus habitantes se da por la falta de recursos que impiden el pago de matrículas en las instituciones.
“La falta de recursos es el motivo más grande por el que los jóvenes desertan del colegio, en el barrio es muy raro ver a un profesional”, dijo Juan Fontalvo, delegado de la JAC.
Razón por la que en esta comunidad se puede observar un alto nivel de trabajo informal y la creación de microempresas.