Hace pocas horas los etólogos celebran el día mundial del chimpancé y según ellos estos animales comparten el 98 % de los genes con los humanos; sin ser especialista resumo que el dos por ciento de diferencia se traduce en la maldad que los humanos tenemos en nuestra sangre.
No necesitamos ser Jane Goodall para saberlo, ni Compay Chipuco para cantarlo, solo buscar alguna cuota de lógica para decirlo, admitiendo que podemos decirlo mal. Los cronistas de Indias, así llamados, contaron sus visiones del mundo nuevo que iban descubriendo y conquistando, nosotros, sus herederos, nos volvimos expertos en contar tragedias, ya Mary Daza Orozco, escritora vallenata, dijo que los muertos no se cuentan así; Gabo escribió sobre la Crónica de una muerte anunciada y hay cientos de ejemplos al respecto. La crónica como género periodístico es un arte y quienes escriben son artistas de la palabra, yo los admiro desde la barrera.
El reciente libro de Rodrigo García Barcha, hijo de Gabo y Mercedes, habla de la pérdida de la memoria de sus padres en los últimos años de vida. Un hombre que vivió de su poderosa memoria y la pierde al final de sus días es casi para una novela, un tema que el nobel manejó a la perfección como lo reconocen sus infinitos lectores y amigos, entre ellos, Guillermo Angulo ‘Anguleto’, como le decía Gabriel en todos sus años de amistad, pero al final terminó por decirle amigo, olvidando su nombre.
Angulo también acaba de publicar un libro, ‘Gabo + 8’, es decir, ocho textos de otros amigos del célebre novelista de Aracataca.
Ese 2 % de diferencia con los chimpancés se asoma siempre en nuestras realidades, donde los delitos y los delincuentes sin importar el color del cuello son inspiración de letrados y lectores.
Daniel Galera publicó el libro ‘Latinoamérica criminal’, donde trece relatos escritos por igual número de plumas cuentan historias de sangre entre otras tragedias que merecen ser contadas con algo de vergüenza, pero igual con la magia real de las letras en las visiones de periodistas destacados en cada país.
Son crónicas de muertes, sí, pero las formas de escribirlas juegan con la literatura y con el cuento, pensamos que esas realidades ocurrieron solo en la mente de sus creadores, pero el hombre en su eterna carrera de lobos, al decir de Thomas Hobbes, al contrario de Séneca que dijo que el hombre es sagrado para el hombre. ¿Lobos sagrados?
Hay de todo, por ejemplo el senador cesarense Didier Lobo Chinchilla prometió luego de la enfermedad del covid-19 que cambiaría, incluso sería mejor persona en esta segunda oportunidad de vida. En mi caso no es que lo dude, pero sus apellidos curiosamente son nombres de animales y esa vaina no deja de dejar preguntas sin respuestas. Quisiera ser civilizado como los animales, canta Roberto Carlos, pero eso es otra cosa.
Olvidé las noticias locales del este jueves juliano, la muerte lenta del Hospital Rosario Pumarejo de López, el Idrecc, las casas para los juegos bolivarianos, la renuncia de Chichí Quintero al Congreso para dar paso a su hijo, algo muy raro en la política cesarense.
En su caso no es problema de genes, tampoco de hígados, como el de su hermano Carlitos, cuyo órgano funcionó muy bien durante 55 años consecutivos, mientras al gobernador del Cesar solo 5 añitos para que la Fiscalía buscara cebollas en su contra y le haga llorar un ratico. Bueno, los hombres también lloran. Iba a escribir de Hemingway, el gran escritor, ahora que Cuba está protestando, pero Floridita está cerrado, no hay Cuba libre por ahora. Saludos.