Las secretarías de Salud de los 25 municipios del Cesar, lideradas por la Secretaría Departamental, deben declarar la emergencia amarilla por los efectos masivos del virus Chikungunya y la gastroenteritis.
¿Qué más esperan? Ya las clínicas, hospitales y puestos de salud colapsaron, el final de año fue un caos tanto para el cuerpo médico como para la ciudadanía que padeció y aún padece por estos virus.
En estos días de vacaciones, no solo Valledupar y la mayoría de los municipios del Cesar, sino el resto del país registran numerosos casos por el Chikungunya, y varias ciudades, como el caso de Medellín, declararon la alerta amarilla. Y más cuando el mismo viceministro de Salud, Fernando Ruiz Gómez, anunció que se presentará un nuevo pico de la enfermedad en febrero como producto de la época vacacional que en estos momentos está en su dinámica más alta y serán muchos los turistas del interior del país que regresarán de la Costa Caribe con el virus, lo que asegura una multiplicación del mismo.
En el Cesar urge que se decrete la alerta amarilla, que se dispongan, comenzando por su capital, de todas las estrategias necesarias para evitar, controlar y disminuir los casos.
Si desde julio del 2014, cuando se comenzó a hablar del Chikungunya y su aparición en el vecino país de Venezuela, se hubieran preparado las autoridades de salud cesarenses, la cosa sería diferente. El aprendizaje siempre le ha mostrado a los gobernantes que su capacidad reactiva no es la mejor, por lo que deben caminar más por la senda de la plantación.
El secretario de Salud de Valledupar, Jhon Gil, se la ha pasado diciendo en su cuenta de tuiter que sí hay Acetominafén en las droguerías de la ciudad, pero no ha propuesto una estrategia seria, mientras que la Secretaría de Salud Departamental, direccionada por Erika Maestre en calidad de encargo, no da signos de vida.
Ya se habla de más de un millón de personas contagiadas en Colombia y de la poca capacidad de reacción del Ministerio de Salud. Es hora de actuar.