X

“Chi sono io per giudicare?”- “¿Quién soy yo para juzgar?”

Antes de que se me critique por alguna falta ortográfica o de puntuación, debo aclarar algo a tener en cuenta a la hora de escribir y leer italiano, es que las interrogaciones solo llevan un signo, el de cierre (?), como en inglés y otras lenguas. Por el contrario en español se siguen usando los dos signos de interrogación en el momento de escribir las preguntas (¿?).

Habiendo hecho esta aclaración, retomo el sentido de lo que quiero compartir hoy con ustedes queridos lectores. “Chi sono io per giudicare?”, esta frase, la que dejo como originalmente fue expresada, en forma de pregunta, la pronunció el Papa Francisco en el año 2013 ante una pregunta que se le hiciera durante un vuelo que lo llevaba a Brasil.

A pesar de que no es una frase de su exclusividad, pues esta ha sido utilizada en muchas anteriores oportunidades por diferentes personajes y personas del común, en su momento fue difundida por todos los medios y no demoró en convertirse en la más famosa y llamativa del pontificado.

“¿Quién soy yo para juzgar?” es una frase que nos invita a reflexionar y a poner en práctica una de las grandes enseñanzas de Jesús: “No juzguen para que no sean juzgados. De la manera en que juzgáis, seréis juzgados, y con la misma medida con que mides a otros, serás medido”. 

Y es que nos hemos convertido en jueces implacables, sancionadores sociales vestidos con una larga toga de hipocresía moral. Juzgamos parcializados sin argumentos, castigamos por desprecio o tal vez hasta por envidia, censuramos criticando quizás deseando ser o hacer lo que no nos parece. Dueños de una moral como si fuera una cuestión de opiniones personales, abandonamos la tolerancia y ni qué hablar sobre la compasión muchas veces. ¿O es que acaso no aprendemos de los golpes que nos da la vida de manera constante o es que no tenemos miedo de aquellos que nos puede dar? Solo actuamos como integrantes déspotas de un irrisorio tribunal de honor en donde desde lo alto del púlpito pronunciamos nuestras sentencias y ejecutamos con hipocresía una sanción moral de la que lejos estamos para pronunciar. El cinismo moral nos ha llevado a ser jueces de conductas realizadas por cualquier persona; no nos importa si son figuras públicas o si son nuestros propios vecinos. Nos atrevemos a juzgar a las personas con la implacable espada de moralidad que blandimos con nuestra siniestra, sin ni siquiera asomar la balanza que debemos portar en nuestra diestra, significando su esencia: la igualdad con que todas las personas deben ser tratadas, y eso, si fuéramos verdaderos jueces, lo que no somos en realidad.

¿Será que cualquiera de nosotros, los que nos consideramos con autoridad moral para juzgar, tenemos un corazón con el peso suficiente para vencer a la pluma como se hacía en el antiguo Egipto ante los dioses Osiris, Tot y Anubis y demostrar que somos capaces de ser merecedores del eterno descanso de nuestras almas con un corazón bondadoso? Creo que debemos reflexionar muy bien sobre nuestros propios comportamientos y no estar pendientes y mucho menos juzgar los de los demás. Tal vez la frase que nos recordó el Papa Francisco hace más de una década nos lo permita hacer, teniendo en cuenta todos los temas de actualidad en los que nos creemos jueces imponentes, como unión libre, sexualidad, homosexualidad, familias en crisis, aborto, anticonceptivos, eutanasia, pobreza espiritual, individualismo, esclavitudes modernas, libertad religiosa, medio ambiente, etc.

El juicio moral negativo es auto-infligido. Tal vez, esto parezca abstracto, pero no lo es. No somos jueces morales de los demás, más bien tratemos de entender y si no podemos, callemos, pues nuestros juicios alimentarán al final de los tiempos nuestro corazón con hipocresía y cinismo y puede ser menos pesado que la pluma en la balanza, tal vez aquí se nos permita recordar otras frases como la de que “vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro” lo que de igual forma nos permite reflexionar que con mucha facilidad nos damos cuenta de los defectos ajenos, cuando los nuestros pueden ser mayores.      

Por: Jairo Mejía.

Categories: Columnista
Jairo Mejía Cuello: