El fallecimiento de la Reina Isabel II de Gran Bretaña de alguna manera eclipsó los resultados del Plebiscito Constitucional realizado en Chile.
Según el Servicio Electoral de Chile -SERVEL-, se dispusieron para dicha contienda 38.754 mesas tanto en Chile como en el extranjero y los resultados obtenidos fueron los siguientes: por el APRUEBO se depositaron 4´860.093 votos, equivalentes al 38.14%; mientras que el RECHAZO recibió el apoyo de 7´882.958 votos, es decir, del 61.86% de quienes participaron de dicha elección.
Una vez analizados los resultados finales, las conclusiones no dejan duda alguna. La apuesta de Gabriel Boric, el joven presidente de Chile, quien en los últimos meses se dedicó a hacerle fuerza descaradamente al APRUEBO, sufrió una derrota que puede tacharse de insólita, un rotundo fracaso.
Ni siquiera quienes lo apoyaron en la elección presidencial que le permitió llegar al Palacio de la Moneda votaron a favor de la nueva propuesta producto de un cuerpo constituyente de mayoría oficialista. En poco tiempo Boric vio reducido su capital político de manera absurda pero explicable: actuó como un tonto e inexperto político, en términos de los economistas, puso todos los huevos en la misma canasta y esta se le desfondó y no se dio cuenta sino cuando escuchó el crujir de las cáscaras al tocar el suelo. La generosa pericada que planeaba quedó reducida a un huevo tibio.
Creo que aquí podemos llamar a la reflexión en 2 aspectos: por un lado el tema del manejo de la responsabilidad política en los gobiernos latinoamericanos y por otro, el hecho de que los votantes de la región tienen la capacidad de discernir y no caminar a ciegas cuando de temas trascendentales se trata. ¡Hay esperanza en tiempos tan turbulentos!
Me voy al año 2010, estaba de vacaciones en Malta -un auténtico paraíso en la mitad del Mediterráneo- cuando fue electo David Cameron como Primer Ministro de Inglaterra. Un hombre joven, conservador, apoyado por una mayoría que le permitió gobernar con tranquilidad. Para su reelección como Premier en plena campaña se comprometió con invitar a un referendo para que los británicos decidieran si mantenerse o no en la Unión Europea; para nadie ha sido un secreto que los británicos, muy a su estilo, hacían parte de la Unión Europea pero sólo en los temas que le interesaban, se le permitió un estatus extraño con tal de hacer parte de la misma. A Cameron lo reeligieron y debió cumplir su promesa. Se la jugó a fondo por el SÍ pero lamentablemente el movimiento Brexit, uno de cuyos líderes más fuertes fue el también conservador Boris Johnson, se impuso en la contienda. Cameron no fue inferior a su investidura y sin titubear dimitió; perder le costó su cargo tras 6 años gobernando la isla. Se llama asumir responsabilidades cuando en política un líder se la juega en un sentido y triunfa el contrario. En Latinoamérica una actitud como la de Cameron es impensable.
Cuando en Colombia se impuso el NO en el plebiscito por la paz realizado el 2 de octubre de 2016, Santos, cuyo plan de gobierno se centró en lograr la paz al precio que fuera, debió renunciar también; por el contrario, manipuló la situación de la mano de quienes como Roy y Prada gobiernan hoy, le hizo el quite al resultado y miren cómo estamos. Definitivamente a Cameron le sobraron los cojones que le faltaron a Santos. La madurez democrática británica versus las repúblicas bananeras de nuestra región. No hay más qué decir.
La segunda reflexión se refiere a que el pueblo no come cuento. De hecho después del engaño sufrido por muchos entre el 2010 y el 2018, de lo peorcito que ha habitado la Casa de Nariño, Iván Duque, joven y poco conocido, ganó la elección del 2018. El país nacional le dio la espalda a un posible continuismo de Santos y salió derrotado; ni el falso nóbel lo ayudó pero el daño ya estaba hecho. Lo seguimos pagando todos los días…
Saludo al pueblo chileno desde la distancia, salvaron a su país de la ruina. Es falso que Pinochet reviviera, otra afirmación estúpida de quienes le compraran gas a Venezuela para aceitar su régimen.