El vallenato es sin duda la esencia vital que da identidad cultural a quienes tuvimos la fortuna de nacer en el Magdalena Grande, espacio historiográfico que integra la región ubicada al norte del río Magdalena, más concretamente en el norte del Cesar y en el sur de La Guajira, también conocida como ‘Provincia de Padilla’.
Allí, en esa subregión del caribe colombiano, en el norte del Cesar y en el sur de la Guajira, nació el vallenato. El género musical que más satisfacciones ha brindado a los colombianos.
Dicho genero surgió por el talento y la inspiración de hombres sencillos, puros, auténticos campesinos, hombres del pueblo, hombres como ‘Chema’ Ramos, que lograron construir con su don natural, con sus notas, sus versos y acordes, el género musical más reconocido y más grande de Colombia.
El vallenato trasciende lo meramente musical. Es además un elemento cohesionador de nuestra sociedad, una manera de expresar nuestras satisfacciones, frustraciones y esperanzas. Una manera de hacerle poesía al amor, a la mujer, a la tierra y; un vehículo de superación humana y económica para sus intérpretes. Para interpretar vallenato, tocando los instrumentos básicos o cantando sus versos, nunca hubo distingos sociales, ni económicos, ni raciales. Quien tenía el talento para interpretarlo obtenía el reconocimiento merecido. Reconocimiento que primeramente lo otorga la voluntad popular que aclama a sus mejores intérpretes y posteriormente lo refrenda la institucionalidad representada por la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, que e impulsa, protege y apoya a los verdaderos valores de nuestra música vernácula.
‘Chema’ Ramos fue uno de esos portentos musicales que desde una cuna humilde en su Urumita natal se erigió con su talento como uno de los más destacados reyes del vallenato. Fue uno de esos pilares fundamentales de nuestro folklore, conformó otra dinastía musical; dinastías que nacen cuando los genes familiares producen varias generaciones de músicos talentosos en una misma familia.
El papá de ‘Chema’ Ramos fue un gran acordeonero que murió asesinado por un desadaptado social del interior del país porque no tocó un bambuco que pedía. ‘Chema’ recogió sus banderas y se hizo, gozando de plena juventud, el décimo rey, el más joven rey vallenato hasta ese momento. Y para demostrar que la sangre no se destiñe su hijo ‘Chemita’ Ramos, repitió la historia coronándose magistralmente como el Rey Vallenato número 33.
En medio del inédito Festival del año de la pandemia nuestro folclore pierde a uno de los mejores exponentes del vallenato clásico, pero fundamentalmente nuestra sociedad pierde a un gran ser humano. Un hombre bueno, generoso, correcto. Quienes tuvimos la fortuna de conocerle sabemos que conocimos a una verdadera leyenda. Paz en su tumba, amigo ‘Chema’. Que Dios le otorgue el descanso eterno y traiga fe y fortaleza a su esposa, a sus hijos y nietos. Que la vena musical siga floreciendo en sus descendientes para hacer más grande nuestro vallenato. Paz en la tumba de ‘Chema’ Ramos.