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Chela, mi tía predilecta

En cuarenta y cuatro años viviendo en el barrio Sicarare, del cual fueron fundadores, la familia Maestre Aponte ha sido ejemplo para todos sus moradores, Gregorio “Goyo” y Graciela “Chela”, eran personas queridas y oídas en esa comunidad, Goyo con la satisfacción del deber cumplido de levantar y educar a su nutrida prole, José Alberto, Francisca, María Cecilia, Jaime, Estela, Gregorio, Karina y Leonor hechos profesionales falleció hace varios años; hoy se nos fue su inseparable compañera, su abnegada y dulce esposa, mi tía Graciela, Chela, mi tía predilecta que nos dejó después de un siglo de existencia.

Era una mujer excepcional, no única, porque como ella pueden haber, pero no muchas pues era monedita de oro que le caía bien a todos y por donde pasaba dejaba un reguero de gratos recuerdos, por eso el médico científico Rafael Valle Oñate, vecino en El Gaitán, llorando me dijo: nos sirvió mucho, era otra Efigenia (su mamá) para mí, era buena, servicial y oportuna, también Rodrigo Muñoz Peñaloza que lo que tiene de estatura lo tiene de inteligencia, con un emotivo y fuerte abrazo me susurró “se fue Dona Graciela, mis viejos Julio y Tulia debe de estar felices de tenerla nuevamente a su lado”.

Se fue mi tía Chela, mi tía predilecta, quien para alagarme decía que yo también era su sobrino favorito, pero de pronto le decía lo mismo a sus ciento treinta o más sobrinos que con frecuencia unos, de vez en cuando otros y casi nunca el resto la visitaban encabezado por José Antonio Murgas, mis hermanos Doris, Tico, Rolando, Rafa y Dina; Nando, Luciano, Enrique y Luisa, La Cacha y Josefina Aponte López, Jorge Luis Cantillo, Margarita y Toya Aponte, El Tribi y Augusto Aponte, Fabio, Álvaro, Hernán, Ramiro y Rodrigo Aponte Penzo, Julito y Beto Aponte Soto y si sigo enumerándolos acabo el espacio y dejo por fuera a sus hermanos Rosalba mi querida Chava, Julio y Tirza, Emilio, Rafael, Josefa, Emilia y Aura, también muy queridas por mí y Efraín, sobrevivientes de cuarenta que nacieron de la fructífera pluma de Papá Viejo. La casa siempre estaba llena con veinte nietos y ocho bisnietos que le alegraban la vida; sus vecinos Milagros González, Armando Zabaleta y Dulcina, Elvia Pabón y la Mona España entre otros nos acompañaron y lloraron y así también lo hizo su fuel compañero en los últimos años su yerno Omar Oñate.

Antes de entregar su alma a Dios, porque está en el Cielo de lo que no hay duda les dijo a Leo y a Francisca que la dejaran tranquila porque estaba rezando el Rosario y pidiéndole a Dios paz y tranquilidad para todos. Paz en la tumba de Graciela María Marzal de Maestre, mi tía predilecta.

Jose Aponte Martínez

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