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Chambonada o falta de imaginación

Por:  Nurys Pardo Conrado

Según los últimos acontecimientos que a diario encontramos en Valledupar, hemos comprobado que la mayoría de los delitos se cometen utilizando el transporte motorizado: asesinatos, atracos, lesiones personales, y otra cantidad de desafueros, que – lamentablemente- desvirtúan la eterna paz con que hemos contado en estos lares.
La preocupación como debe ser es generalizada esto ha conllevado a que como medida de seguridad se haya adoptado la prohibición del parrillero varón mayor de 14 de años, pero nos lleva a un raciocinio que nos trasnocha, menos mal que los desadaptados no han usado el método de delinquir manejando tracto mulas, camiones, buses, bicicletas, caballos, burros o sillas de ruedas, porque, sí fuese así, ya estuviéramos soportando en la ciudad la prohibición de que transitaran donde se cometiera el ilícito, los medios de transporte ya señalados.
Pero lo más trascendente para mí, es que en vista de la persecución que se ha dado a los moto-taxistas con sus respectivos acompañantes varones mayores de la edad conocida, estuviera sucediendo si las ejecuciones y demás hechos anormales lo cometieran quien se desplazan a pie,  acabaríamos vetados para caminar sobre nuestras piernas, muriendo del tedio en nuestras vivienda por falta de movilidad, labores, alimentos y otros menesteres.
En muchas ocasiones, y cuando ha sido menester, le he reconocido al Señor Alcalde su gestión; igualmente salí en defensa de la Policía Nacional, porque es meritoria de ello; con lo que no puedo estar de acuerdo es con la chambonada o falta de imaginación a que estamos sometidos para procurarnos la seguridad, que como derecho fundamental merecemos. Es, entonces, la oportunidad para recordar aquella jocosa anécdota del esposo fiel que vendió el sofá para que su cónyuge no le pusiera los cuernos, como si esto fuera una pantaleta de fuerza que evitaba la consumación de la cobarde compostura de su adorada.
Está visto que los malos son pocos y los buenos la mayoría, pero no hemos dado para consolidar con la comunidad una interrelación autoridades – ciudadanía, única forma de conseguir buenos resultados y minimizar al extremo los delitos. Que conveniente sería que se instaurará la policía comunitaria en donde los agentes contaran con más tiempo  de compenetración con la familia, se instituyeran programas de desarrollo con las juntas de acciones comunales donde todo el conglomerado sea beneficiado, se encontraran ratos de esparcimiento con los niños en donde la gente se haga a sus confianzas  y que cada persona en especial pudiera contarle todo cuanto sepa acerca del actuar de los bandidos que merodean esos lugares, para que el servidor de la seguridad, a su vez, lo pusiera en conocimiento de los altos mandos, como parte de su investigación, sin que se supieran de donde provenían, para que posteriormente se procediera a investigar los hechos y capturar los responsables según el caso.
Hoy lo que encontramos es un rencor inusitado hacia las fuerzas del orden, una compleja disparidad de sentir la necesidad de la policía y la obligación de colaborarles, con eso conseguiríamos para contar en lo venidero con eficientes agentes que prestarán su labor por el amor a la ocupación, defendiendo la comunidad como está establecida en la norma.
La Policía es más que una institución armada, un uniformado, un arma, una captura, para mí que le tengo un cariño especial, por cuanto es parte de nuestra patria y además algunos familiares la integran, es una organización a la cual se le ha entregado la seguridad de nuestra vida, honra y bienes. Nos anima, a decir entonces que el decreto regulatorio es una chambonada o una falta de imaginación, para establecer programas que a todos convengan y a nadie perjudique.
nurispaco@hotmail.com

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