La estrategia del “chamboneo”, instituida por López M., ha sido la forma de gobernar en Colombia; todos los presidentes y mandatarios regionales y locales la aplican; aquí se le teme a la verdad hasta para gobernar. En 1914 se hizo el tercer censo agropecuario tras 45 años de oscuridad pero muchos fueron sus enemigos porque revelaría la realidad rural del país, alfa y omega de nuestros problemas. Gobernar sin estadísticas es como tirar un barco al mar sin brújula y sin GPS pero aquí les gusta para pescar en mar picado.
Ahora, tras trece años de inopia, se hace el censo general el cual ha revisado muchas de las proyecciones apoyadas en el censo de 2005. Proyectar con modelos econométricos supone estandarizar el comportamiento de ciertas variables básicas aunque estas podrían cambiar en cualquier momento con los sobresaltos de la economía.
El censo de 2018 nos deja algunas sorpresas; la primera es la ruptura familiar, unidad que nos ha querido vender la derecha teologal; el dulce hogar no es como lo muestran; las mujeres cabeza de familia pasaron de 29.9 a 40.7% desde el 2005 al 2018; la segunda es el índice de envejecimiento (número de personas de 60 o más años por cada 100 menores de 15); en1985, fue de 16.6 personas, en 2005, 28.7 y en 2018 alcanzó las 58.8 personas (CEPAL toma 60 años, otros organismos 65 años como referencia). Nos estamos envejeciendo aunque esta es una tendencia mundial. Mientras los mayores de 60 crecieron 1.04% promedio/año, los menores de 15 lo hicieron a una tasa de 0.984%, en los últimos trece años; así las cosas, dentro 10 años, estas dos poblaciones se igualarían (> 60 = < 15). ¿Qué implicaciones tiene esto? Una de ellas es de tipo sociológico; se cambiará la alegría, el ímpetu y la esperanza de la juventud por la languidez, la desesperanza y la resignación de la tercera edad. Otra implicación es económica; consiste en la pérdida del bono demográfico, conocido como la “ventana demográfica de oportunidades” que ocurre cuando las personas en edad de trabajar (PET) son más que el resto de la población y tienen capacidad de ahorro e inversión.
Se calcula estableciendo la relación entre dos rangos de edades, integrado el primero por los que están entre 15 y 60 años y el segundo por la suma de los mayores de 60 y los menores de 15; en 2005 por cada 100 personas no aptas para trabajar habían 151 PET, y en 2018, eran 179 (el bono creció). En vigencia del bono demográfico, el Estado debe diseñar las políticas públicas conducentes al mejor aprovechamiento de la fuerza de trabajo y productividad para soportar la carga pensional venidera.
Se estima que dentro de dos décadas la mayoría de los colombianos, más informal que formal, no estaría en edad productiva, ni cotizaría para pensiones, que hoy solo 30.9% lo hace. Otro aspecto de interés en el censo es saber cuántos niños hay menores de cinco años (de 0 a 4) que hoy son el 8.4%; sobre este segmento, el Estado debe atender los problemas de desnutrición infantil, infección respiratoria aguda, IRA, y enfermedad diarreica aguda, EDA.
Además, las cifras de la población para menores de un año nos sirven para trazar políticas contra la mortalidad infantil pero hasta ahora el censo 2018 no ha dado esa información. Bajar este importante indicador es uno de los objetivos de desarrollo del milenio.