Cementerio Central de Valledupar, el barrio que mezcla ricos y pobres

La Fundación Administradora del Cementerio Central cumple 10 años de funcionamiento este año, bajo la consigna: “El bien general sobre el bien particular”. Foto: Jesús Ochoa.La Fundación Administradora del Cementerio Central cumple 10 años de funcionamiento este año, bajo la consigna: “El bien general sobre el bien particular”. Foto: Jesús Ochoa.

La Fundación Administradora del Cementerio Central cumple 10 años de funcionamiento este año, bajo la consigna: “El bien general sobre el bien particular”. Foto: Jesús Ochoa.

En el corazón de Valledupar, frente al Parque de las Madres que solía ser el punto de encuentro del amor vallenato, se encuentra el Cementerio Central, un lugar que trasciende la mera función de camposanto para convertirse en un crisol de la memoria colectiva de la ciudad. Sus calles laberínticas y bóvedas centenarias resguardan los restos de generaciones de vallenatos, desde próceres hasta humildes ciudadanos, tejiendo un tapiz de relatos que merecen ser contados.

Primer cementerio de Valledupar

Según la breve reseña histórica del cementerio, este “fue construido en 1806 por orden del teniente gobernador Andrés Pinto Cotrin. Comentan los historiadores que fue construido para sepultar a las víctimas de tifus exantemático”, una de las primeras pestes que causó muertes en Valledupar.

Pinto Cotrin, además de ser teniente gobernador, era un ganadero poseedor de más de mil cabezas de ganado, según el historiador Hugues Sánchez Mejía y se esforzó en compañía de “Don Domingo Rodríguez, al parecer muy allegado a él, quien se desempeñaba como alcalde comisario de barrios y como ministro en la abasto público de carnicería” de la numeración de las casas, especificando nombre de las calles, números de manzanas y distinguieran los barrios en la ciudad, según el historiador Miguel Antonio Suárez Araméndiz.

Según la reseña histórica del camposanto, el cementerio central es de los pocos cementerios enclavados en el centro histórico colombiano. Con el pasar de las décadas y siglos se convirtió en el barrio eterno no solo de las familias ganaderas, también de los trabajadores de la tierra. Edgardo Pupo, en 1972, reconstruyó con el arquitecto Ángel Lewis, el Cementerio Central, y para entonces se sostenía con aportes del municipio, ya que antes era administrado por la Curia y la Diócesis de Valledupar.

Cementerio sin planeación

Cada año llegan menos visitastes al Cementerio Central del Valledupar. Foto: Jesús Ochoa.

La historia de este camposanto camina de la mano con la evolución misma de Valledupar. En sus inicios, según relata Ana Elena Monsalvo Riveira, presidenta de la Fundación administradora del Cementerio Central, “primero lo administró el padre Vicente de Valencia, que era el párroco en esa época”. Esta administración eclesiástica, sin embargo, dio paso a un período tumultuoso bajo la égida municipal, donde, en palabras de Monsalvo, “creció sin planeación, sin organización, sin nada”. 

Esta falta de ordenamiento dejó la huella característica en la estructura del cementerio, cuyas calles parecen el Laberinto de Creta, pero en vez de minotauros aparecieran Consuelo Araújo o el mismísimo Escalona a la vuelta de la esquina.

En 1978, un rayo de esperanza iluminó el Cementerio Central con la creación de una junta directiva liderada por Guillermo Castro Mejía. Monsalvo Riveira, quien formó parte de esta junta, recuerda con cariño a su compañera María Elena Castro de Quintero, “una excelente compañera” que trabajó incansablemente por el cementerio. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de la junta, la sombra de la incertidumbre financiera se reflejaba en las paredes descascaradas de pintura sobre el camposanto.

En el año 2006, la Alcaldía cesó el pago del celador, argumentando que el Cementerio Central era de particulares. Esta decisión desató una crisis que puso en peligro la existencia misma del cementerio. “El cementerio central es de particulares, en qué sentido, que todas las personas que tenemos bóvedas allá somos poseedores de la bóveda”, explica Monsalvo Riveira, aclarando que esta posesión no confiere derechos de propiedad sobre el terreno, que sigue siendo del municipio.

El costo que pagan 789 familias

De todas formas, al ser un cementerio sin posibilidades de expansión, son y serán 789 las personas y familias las que poseen bóvedas allí, de los cuales y por la antigüedad del lugar, no hay una sistematización de esos tenedores de bóvedas, por eso solo 709 tienen registradas las bóvedas y osarios, y buscan a los 80 restantes para que se acerquen a la administración del cementerio.

Ante esta adversidad, Monsalvo Riveira y Guillermo Fernández tomaron las riendas de la situación, rescatando los archivos de la antigua junta administradora y sistematizando el registro de los poseedores de bóvedas. “Ha sido una batalla de titanes con mi compañera Teresita Pupo, que es la vicepresidenta”, afirma Monsalvo.

Este proceso de identificación y sistematización porque la idea es que estos poseedores de bóvedas puedan aportar al sostenimiento de su futuro y el de sus familias. La Junta Administradora es manejado por voluntarias que también tienen bóvedas allí, es decir, no reciben un salario por ese trabajo.

Ana Elena Monsalvo, presidenta de la administración del Cementerio Central, con más de 5 décadas dedicada al cementerio. Foto: EL PILÓN

“El Cementerio Central es de gente pobre”

“El cementerio no es de gente rica como la gente piensa, el Cementerio Central es de gente pobre. La mayor parte es de gente del barrio El Carmen, del Cañahuate, del Cerezo”, aclara Monsalvo. Admitiendo que finalmente en el cementerio todos somos iguales sin importar las riquezas o fama que hayamos tenido en vida. 

Sin embargo, el llamado es a los poseedores de bóvedas para que ayuden a mantener en pie el camposanto, de todas formas los recibos de servicios públicos llegan y se debe pagar a un celador en el lugar. “Eso no se llama impuesto, eso es la administración por tener el cementerio más o menos en las condiciones que se tiene hoy en día y es más barato que muchos otros cementerios en la ciudad”, explica Monsalvo.

A pesar de las dificultades financieras y los malentendidos, la Fundación Administradora del Cementerio Central ha logrado importantes avances en los últimos 10 años. “Se ha logrado la administración, que la gente respeta más, que tiene respeto”, afirma Monsalvo. Asimismo, se han implementado normas estrictas para la realización de exhumaciones y entierros, garantizando el respeto y la salubridad del lugar.

Con miras al futuro, Monsalvo Riveira contempla un destino para el cementerio como un espacio de memoria y cultura, similar a lo que se ha observado en otras ciudades históricas. Muchos cementerios evolucionan hasta convertirse en museos de la historia local, no solo debido a los restos que albergan, sino también por el esfuerzo de preservar la historia y el patrimonio cultural que representan. 

“Yo sí creo que eso con el tiempo eso será así”, afirma, refiriéndose a la posibilidad de que el cementerio se convierta en un museo. Sin embargo, advierte que este proceso debe ser cuidadosamente planificado para garantizar la conservación del patrimonio histórico y cultural del camposanto.

Por: Katlin Navarro Luna/ EL PILÓN

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