En un salón de clases, grado 11 de un colegio público de Valledupar, solo 4 de 40 estudiantes no tenían un teléfono celular; más de 4 tenía saldo para llamadas; más de 10 eran celulares de gama media – alta y, todos los estudiantes, coincidieron en que el objetivo es estar en contacto con familia y amigos.
En la oficina de Coordinación de esa escuela, así como en otras visitadas por el diario EL PILÓN, hay teléfonos celulares decomisados a los alumnos, debido a las medidas implementadas por los directivos y docentes en el manual de convivencia, con el fin de retirar todo lo que reste atención a la educación.
Para los celulares baratos se comercializan paquetes de 500 mensajes por 2.000 pesos; para los BlackBerry, se ofrecen planes de datos desde 2.000 pesos diarios o 30.000 pesos mensuales. En cualquier caso los estudiantes llevan hasta las aulas estos aparatos que generan una total distracción.
Pero la situación es más compleja aún. Griselda Molina, coordinadora de la Institución Educativa Prudencia Daza, con 826 estudiantes de bachillerato, asegura que el mal manejo de las tecnologías es un problema grave que invade las escuelas, principalmente por el uso de los celulares.
“Los alumnos están completamente desorientados en cuanto al manejo de los celulares, en el manual de convivencia está prohibido porque es un aparato ajeno a la actividad académica, completamente distractor.
Los padres de familia lo saben. Es un peligro puesto que no lo utilizan en las horas correctas”, dijo la docente.
Los docentes temen por la seguridad de los adolescentes portadores de teléfonos celulares, pues corren el riesgo de atracos en las calles, cosa que sucede con frecuencia.
“Aquí fuera del colegio a los muchachos les han quitado con puñal en mano su celular”, dijo la coordinadora.
Los padres compran teléfonos celulares a bajo costo, en cualquier parte y se los obsequian a sus hijos, al parecer sin la debida orientación, todo con la intención de estar en contacto con los jóvenes por la inseguridad que reina en las calles, sobre todo con el robo a celulares, el más frecuente de todos.
Hablan los padres
Piedad Guerra, madre de un estudiante de bachillerato, aseguró que compró un celular de pequeño costo, con el fin de estar pendiente de su hijo a la salida y entrada a clases.
“Mi hijo tiene 13 años, en diciembre le compramos el celular para estar pendientes de él, nos hemos sentido contentos por eso, pero hace un tiempo se lo robaron en el colegio; sin embargo no dijimos nada”.
Víctor Aguilar, padre de familia, manifestó que el celular que le compró a su hijo es uno de los sencillos, con el fin de darle una utilidad básica: comunicarse con él niño.
Pero, ¿es recomendable que a tan corta edad y en el ambiente educativo, utilicen celulares?
Manual de Convivencia, la única barrera
Cecilia González, directora del Núcleo 5 de Valledupar, que integra colegios como el CASD, Instpecam, Alfonso López, entre otros, manifestó que es muy difícil para los colegios controlar el uso de los celulares a estudiantes, porque es un asunto de padres de familia.
“Los padres, docentes y estudiantes son conscientes de que los celulares son una distracción, sin embargo que las tecnologías llegan primero a los jóvenes, solo se controla mediante el Manual de Convivencia construido por padres, docentes y estudiantes de una escuela y debe ser aprobado en asamblea con padres de familia”.
El medio de comunicación más revolucionario de la historia moderna, creado para acercar a las comunidades, en constante evolución, se convierte en manos de jóvenes desorientados en un sinónimo de mala educación y peligrosidad.
“Los estudiantes, apoyados por sus padres son bombardeados todo el tiempo por la publicidad, la sociedad de consumo, ellos compran, compran.
Si el padre de familia acompaña a su hijo al colegio y luego lo recoge, sabe que está bien porque está dentro el colegio”, concluyó la directora de núcleo.
PUNTOS DE VISTA
Nelva Gil Suárez: “Mi hija tiene celular pero en la casa porque se entretiene, de pronto cuando sale pueden atracarla si lo trae, si opone resistencia pueden hacerle un daño”.
Gladis Torres: “Mi hija tiene, pero en su casa, no lo trae al colegio porque se lo pueden robar y tampoco quiero que se entretenga mientras estudia”.
Por Andrés Llamas Nova
andres.llamas@elpilon.com.co