El pasado mes de marzo, el acordeonero Rubén Lanao tuvo que responder ante la Fiscalía por la filtración de videos íntimos de su expareja, después de que esta se negara a continuar la relación. El 29 de mayo de 2024 el país se conmocionó ante el feminicidio de Stefany Barranco Oquendo en el Centro Comercial Santa Fe en Bogotá, a manos de su expareja. El 14 de junio el Movimiento Amplio de Mujeres del Cesar protestó en la Clínica de Alta Complejidad de Valledupar contra la contratación del médico Antonio Figueredo, condenado a 16 años de cárcel por violencia intrafamiliar y lesiones personales contra la también médica María Paula Pizarro después de propinarle una brutal golpiza luego de que este leyera sus conversaciones de WhatsApp.
Como estos, hay innumerables casos en los que los celos llevaron a un hombre a violentar a una mujer. La psiquiatra Victoria Pérez, explica que los celos se generan por la amenaza o la sensación de estar perdiendo un vínculo o una relación y que, aunque son una emoción normal se torna patológica cuando surge una necesidad intensa de control, llevando a la agresión física o verbal e incluso al asesinato.
“Muchas personas dicen que los celos son señal de amor, yo diría que sí, de amor propio, de ese temor de perder lo que para mí es importante, lo que me genera bienestar, lo que casi que se ve como una pertenencia”, afirma la Dra. Pérez.
Aunque pueden ocurrir casos de mujeres que asesinan a sus parejas, las estadísticas nos muestran que esto es más común en los hombres. Según el Global Homicide Study de 2023, aunque el 81 % de las víctimas de homicidios en general son hombres, el 56 % de las victimas mujeres fueron asesinadas por su pareja o por miembros de su familia. Solo el 11 % de los homicidios de hombres en general fueron causados por sus parejas o sus familiares.
En las relaciones heterosexuales, la posesión y los celos del hombre hacia la mujer son manifestaciones de un mecanismo facultado y regularizado por la mentalidad machista.
Los celos son un tema recurrente en las canciones vallenatas. En muchos casos, contienen mensajes que los presentan como una emoción deseable dentro de una relación de pareja. También es un género impregnado de la noción de que el cuerpo de la mujer es propiedad del hombre.
“Soy celoso y qué, soy celoso y qué,
la que me quiera que se deje celar”.
“Benditos celos, que vaina sabrosa (…)
y cuando arreglamos todo, echamos chispa en la alcoba”.
“Esa mujer es mía,
Porque yo fui quien le robó la inocencia”.
“Si preguntan con quién estás saliendo
No respondas yo sé que soy tu dueño”.
No me malinterpreten. No culpo a la música ni a sus compositores de generar violencia. Se trata de ilustrar cómo los celos no son percibidos como un problema ni un factor de riesgo de violencia intrafamiliar.
En el contexto de la pareja, los celos con frecuencia tienen elementos comunes y siempre implican un riesgo y un camino hacia el maltrato. Las narrativas de los celos como emoción deseable y del cuerpo femenino como propiedad del hombre, son culpables de prácticamente todos los feminicidios perpetrados por la pareja actual o pasada de las víctimas.
La escritora cubana, inmigrante y feminista Vivi Alfonsín Rodríguez, señala que los celos están relacionados con la baja autoestima e inseguridad, exacerbados por la educación patriarcal (Alfonsín Rodríguez, 2023).
En el marco de la pasada FELVA 2024, durante la presentación de su libro y al responder una pregunta sobre educación sexual, Flavia dos Santos comentó que ésta tradicionalmente se ha enfocado en explicar las partes del cuerpo y no las emociones ni la intimidad que acompañan la sexualidad. Al no saber entender las propias emociones que se desprenden de vivir la sexualidad desde pequeños, tanto hombres como mujeres priorizamos lo físico y reprimimos los sentimientos, pero al experimentarlos sin poder entender qué nos ocurre, se da paso a la frustración y nos encontramos con comportamientos tan horrendos como el feminicidio.
En el caso de los hombres, además, los ideales de masculinidad patriarcales que hemos construido como sociedad, no les han permitido expresar sus emociones ni hablar de ellas en ningún contexto. Luego estas represiones son exteriorizadas de las peores formas.
Según datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, una mujer o niña es asesinada por alguien de su propia familia cada once minutos (UNODC, 2022). En lo corrido del 2024 en el Cesar han sido asesinadas 8 mujeres contando el feminicidio de Yuleidis Patricia Gámez. Si la estadística no falla, al menos 4 de ellas fueron asesinadas por su pareja, su expareja o un miembro de su familia.
Las políticas y herramientas para la prevención de la violencia intrafamiliar no dan más espera. Las vallas y las campañas en redes sociales pidiéndole a las víctimas que denuncien no son suficientes. Si una víctima encuentra las fuerzas para denunciar, la protección debe ser inmediata y el acompañamiento psicológico permanente. Los feminicidas no pueden seguir quedando en libertad por cuenta del vencimiento de términos. Los maltratadores no pueden seguir recibiendo condescendencia solo por ser hombres “exitosos”. Necesitamos acciones ya, no solo de las autoridades, sino también de la sociedad civil.
Por Mariana Orozco Blanco