Así se llama la casa de la cultura, con minúsculas, para indicar el estado de abandono y deterioro en que se encuentra, pues no tiene dueño, ya que es del Departamento, pero este no la atiende porque no la ocupa, la ocupa el Municipio, pero no le puede invertir porque es un bien ajeno y la Nación no la voltea a ver porque no tiene velas en ese entierro y si es por lado de los parlamentarios, será cuando San Juan baje el dedo, esos andan en otro cuento y sus inversiones a través de los auxilios parlamentarios, que tanto han dado que hablar y han generando tanta corrupción, los invierten en otras regiones con contratistas desconocidos.
Pero retomando el tema de la Casa de la Cultura Doña Ceci, fui a visitarla a raíz de una caricatura de Safady en este periódico, para ver si era verdad que se estaba cayendo a pedazos y salí horrorizado, ahí todo es viejo y deteriorado, parece un palomar mal construido de tres pisos, en donde el último no se utiliza, con unas escaleras de madera destrozadas y sucias, unas oficinitas incómodas con unos baños limpios pero insuficientes y unas empleadas maleducadas que no son capaces de preguntarle a uno, que busca, que desea y menos expresar “a la orden” y así ellas chismoseando y sin que se dieran cuenta entré a la oficina del Director, que no estaba, me senté en su silla, me sentí Director un momentico y me traje un kilométrico regalado por Comfacesar de color plateado con rojo que estaba en el escritorio y así como Pedro por su casa salí sin que nadie se diera cuenta, ni me dijeran nada.
El lote donde está construido el palomar en una esquinita de la calle 16A con carrera 6 es muy pequeño, me atrevo a asegurar que no llega a los 300 metros, que léase bien, esa construcción en el próximo invierno se cae, y le estoy advirtiendo a mi buen amigo ALBERTO MUÑOZ su Director, quien no es culpable de lo que está pasando, que no despache desde la oficinita, que lo haga en la parte de afuera del patio que es donde se aprecian las mejores condiciones locativas.
Ya es hora señor Alcalde de pensar en una sede amplia y digna para los cultores del arte, y extender nuestras costumbres a ver ópera, obras de teatro, zarzuelas y toda esa parafernalia que tanto le gusta a Carlitos Quintero y que muchos de nosotros disfrutamos en Bogotá, y así rendirle un merecido homenaje en vida, pa que lo goce a Doña Ceci a quien tanto queremos y ella hace lo mismo con nosotros.
La residencia colonial que fue de GUILLERMO BAUTE PAVAJEAU y doña CARLOTA UHÍA MORÓN, se está cayendo y a gritos súplica que la compren y le metan la mano a sus más de 2 mil metros cuadrados con el inolvidable Teatro Cesar incluido para que la conviertan en el epicentro cultural que nos está haciendo tanta falta.