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Catar 2022

Este mundial de Catar ha dado mucho de qué hablar. No sólo ha habido varias sorpresas deportivas en estas primeras fechas -como las derrotas de Argentina ante una soberbia Arabia Saudita y de Alemania ante un muy rápido Japón- sino récords como el triunfo de Ecuador en el partido inaugural contra el anfitrión por primera vez en la historia. Sin embargo la sede ha generado diferentes comentarios y muestra enormes contrastes. 

Desde reconocerles unos estadios espectaculares, todos nuevos y construidos para este certamen, hasta criticarles unas posiciones polémicas frente a temas como el consumo de cerveza y en general de licor en suelo catarí y el maltrato a los derechos de la comunidad LGTBQIAP+ -lesbianas, gays, transexuales, bisexuales, queer, intersexuales, asexuales, pansexuales y el + que incluye a todos aquellos que no se sientan representados por esas categorías-.

De la construcción de los estadios se ha dicho de todo. Que los obreros empleados para esas tareas no contaban con la seguridad industrial adecuada, lo que desencadenó más de 6.500 fallecimientos. Que los salarios prometidos a esa fuerza laboral no siempre se pagaron según lo acordado. Que los horarios de trabajo rayaban en lo inhumano, que no tenían tiempo ni de comer ni de ir al baño, etc., etc. Catar es un país compuesto por casi 3 millones de personas, de los cuales se calcula que el 80% son extranjeros, población que, como sucede en otros países, asume las labores de trabajo físico que los locales se niegan a hacer. Las nacionalidades más comunes de la población extranjera que reside en Catar corresponden a países como la India, Nepal, Bangladesh o Sri Lanka. Amnistía Internacional ha denunciado que además de la explotación que esos obreros padecieron, se dice que para que los contrataran debían pagar comisiones altísimas; además, que padecieron unas condiciones de vida terribles, hacinados en alojamientos carentes de higiene; agregan que se detectaron casos en los que no sólo se incumplió con las cuantías salariales acordadas sino que los pagos se hacían con retrasos lo que impedía que los trabajadores enviaran plata a sus familias en sus países de origen; Amnistía Internacional ha documentado que los obreros no podían abandonar los campamentos establecidos en cada estadio y mucho menos salir de Catar -les quitaban los pasaportes- o cambiar de trabajo.

Se dice que en caso de que los obreros se quejaran por los maltratos descritos anteriormente, eran amenazados por los empleadores; y como si todo lo anterior fuera poco, se detectaron varios casos en los que los obreros fueron sometidos a trabajos forzosos que no hacían parte de su encargo laboral.

La FIFA, deplorable y corrupta entidad que en sus filas ha contado con personajes como Blatter, Platini y Ramón Jesurún, se hizo la de la vista gorda, recibió cuantiosas sumas de dinero en coimas para adjudicar el mundial a Catar y con su actitud validó todas esas prácticas.

Pero el tema no para ahí. Varias federaciones, especialmente que hacen parte de la UEFA, han puesto sobre la mesa el maltrato a los derechos de las mujeres y de la comunidad LGTBQIAP+ sin que la FIFA apoye sus consideraciones. Inclusive la FIFA ha respaldado las políticas cataríes y ha amenazado con sanciones fuertes a los capitanes de las selecciones nacionales que decidan realizar protestas por estos asuntos. 

La federación danesa de fútbol, que siente total vergüenza ante las recientes decisiones de la FIFA, ha estado haciendo lobby en Europa para generar un movimiento de desafiliación masiva del máximo ente del fútbol. ¿En qué parará todo esto? ¿Dónde queda la imagen y responsabilidad de los patrocinadores?

Recuerdo también que en 2008, durante los Juegos Olímpicos de Pekín, hubo varias protestas por temas como estos. Yo estaba ese verano de vacaciones en Europa y los días de los olímpicos los pasé en Stuttgart, Alemania. Allí fui testigo de cómo muchos alemanes no vieron la transmisión de las olimpiadas, escudados en temas de maltrato y explotación infantil en China. Algo similar está pasando 14 años después…

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Jorge Eduardo Ávila: