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Cartas al Niño Dios

Soy de esos tiempos de la absoluta ingenuidad infantil, cuando se escribían cartas al Niño Dios, aunque me temo que los play station de hoy y las tabletas electrónicas ya no se piden por ese conducto. Pero el espíritu de Navidad está lleno de ese ejercicio infantil de pedir y esperar recibir, aunque pidamos con el deseo y no siempre nuestros deseos puedan ser atendidos. No en vano, uno de esos bailables de fin de año nos recuerda con crudeza que en Navidad “unos van alegres y otros van llorando”; un doble sentimiento que me rodea cuando imagino escribir una carta al Niño Dios para Colombia.

¿Qué le pediría? Que haya paz. Es el gran anhelo de los colombianos, aunque es muy diferente que se alcance la verdadera paz a que se firmen unos acuerdos para que las Farc abandonen el terrorismo. Además, ese no es realmente un regalo, pues lo estamos comprando nosotros mismos a un precio elevado. Y no me refiero a los llamados sapos, sino al precio efectivo, pues ni la reparación a las víctimas, más allá de los actos de perdón -que son gratis- correrá por cuenta de las Farc, que dicen no tener plata, sino que deberá salir del Presupuesto, es decir, de nuestros bolsillos. Ni que decir de la reconstrucción del campo y demás compromisos de La Habana.

Deberíamos pedir, entonces, una situación económica boyante para construir esa Colombia en paz. Que haya empleo y salario digno para los que “van llorando”, o cuando menos, que no suban los precios y se traguen sus magros ingresos sin remedio. Que haya más empresas produciendo y exportando más cosas fuera de petróleo y carbón, para pagar las costosas importaciones de maquinaria e insumos para la producción industrial y rural. Que un campo recuperado, con vías transitables y productores apoyados por el Estado, pueda garantizar la seguridad alimentaria con menor dependencia de las importaciones.

Que el petróleo vuelva a subir y el dólar a bajar, es algo que pide a gritos medio mundo. Que el Gobierno no se endeude más de la cuenta para costear el “posconflicto”, que tampoco nos cargue la mano con más impuestos ni suba los intereses que todo lo encarecen. Bueno sería, más bien, que los recursos se utilizarán con pulcritud, y que el Niño Dios nos libre de Interbolsas, Nules, funcionarios venales y ladrones de la salud y la alimentación de los niños pobres. Una Colombia sin corrupción es tan urgente como una sin Farc y sin bacrim. ¡Ese sí que sería un buen regalo!
Y otro: Colombia sin coca. Habíamos dejado de ser el principal productor del mundo, pero no hicimos la tarea -dejamos de fumigar-, perdimos el año y nos quitaron ese regalo.

Solución a la crisis de la salud; que la inseguridad ciudadana no mate más colombianos que el terrorismo, que las ciudades sean vivibles y el campo un proyecto de vida. Larga lista. Son cartas al Niño Dios que escribimos con el deseo, pues sabemos que “el palo no está para cucharas” y que tocará seguir “a Dios rogando y con el mazo dando”.

Nota bene. Paz en todos los hogares colombianos. Es un buen comienzo y mi pedido personal al Niño Dios.
@jflafaurie

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