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Carta al Papa Francisco

Santo Padre,

Parece que, para algunos, nadie sabe quién es ni dónde está Dios. Parece que la humanidad nació sin Dios ni ley. Todos los días desafiamos el poder de la naturaleza, lo menospreciamos e inclinamos la balanza a nuestro acomodo como diciendo: ¡Aquí mando yo y solo yo!

Este es el pensamiento universal de los pocos seres humanos, hoy convertidos en los falsos reyes del planeta tierra, que piensan que todo lo pueden manejar a su gusto y libre albedrío y enfrentan sin temor alguno a las fuerzas sobrenaturales que conforman el universo de la vida.

Ante un problema tan grave que afronta nuestro mundo hemos sido indiferentes a sus consecuencias, aunque una gran parte de sus habitantes posee una educación formada en las academias existentes, que han enseñado con afán el respeto por la vida y por el entorno en que existimos.

Se nota que los informales del destino son los más coherentes con el mal que nos acecha, lo cual indica que la formación natural es superior a la formación de las escuelas, que parece que predican y practican en vano las normas inventadas para organizar a la humanidad.

Analizando los hechos que se suceden en forma cotidiana, los escasos de recursos económicos son los menos afectados y son los que por necesidad tienen que contravenir las normas, pues deben salir a buscar el día a día que les permita subsistir. Y así es.

Los más pudientes, los que aparentemente gozan de una cultura de avance, además de condiciones económicas que permiten menos angustias, y sobre todo jóvenes y mayores insensatos, quienes no respetan a nadie, son los que llenan las playas, discotecas, sitios de diversión de todos los géneros, no desperdician un día festivo, propagando con total indolencia los problemas del mal, sin pensar siquiera en ayudar con soluciones simples como es el respeto al prójimo.

Nadie quiere perder un poco, ni sacrificar beneficios para ayudar a resolver los problemas. Los banqueros, comerciantes, grandes y medianas empresas no quieren dejar de ganar y como siempre pendientes que los gobiernos sufraguen todo.

El mundo de la droga y del vicio sigue prosperando, pero por los malos ejemplos de gobernantes que van a una estación a esperar un tren sin tener destinos y que jamás harán sentir el peso exacto de la ley, por su vida comprometida con el interés particular.

Cada vez que observo la mascota que tengo en casa, me sorprendo totalmente cuando al frente de una tempestad sale a buscar refugio en los brazos de sus amos, solicitando protección y amparo, haciendo entender cómo temen a la naturaleza que sienten ser su Dios; entonces me digo: los animales son más dignos de la vida, que la misma raza humana o es que entre los hombres nadie sabe quién es Dios.

Son los indiferentes los verdaderos apátridas que manejan la traición con un solo dedo, sin pensar que quien traiciona no dura mucho, pues esta es una enfermedad mortal y quien la manifiesta, si no se muere en actos de represalia consigo mismo, se muere de pena moral, aunque se tenga tiempo para una reflexión en busca del perdón; entonces su gracia radica en ver a su víctima en el suelo, para después simular ayuda y terminar de volver letal y definitivo su próximo golpe. 

Así como arrastran su indiferencia les gustaría convertir en lastre las angustias de los demás. El poeta dice que Dios está en el aroma de las flores; para el científico está en la luz del firmamento; para el teólogo es la naturaleza misma; para el comerciante está en las ganancias conseguidas; para el noble está en la bondad del corazón; para el médico radica en la sapiencia de las recetas y en las plantas milagrosas; para el pobre está en todas las cosas, sobre todo en el pan de cada día; pero para el indiferente queda demostrado que simplemente Dios no existe.

En lo que llevo de vida, sin sorpresa alguna, he podido observar que, en los seres humanos, compartir odios tiene algo más profundo que la fraternidad.

¿Usted qué opina, su santidad?

Un amigo y seguidor.

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Fausto Cotes: