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Carta abierta a los hermanos venezolanos estudiantes de derecho

Queridos colegas estudiantes de Derecho de la hermana república de Venezuela, no me cabe la menor duda que ustedes, al igual que yo, consideran que estudiar leyes es una de las cosas más esplendidas que existe en este mundo terrenal, tanto así, que en ocasiones se torna algo complejo encontrar una explicación a tanta sublimidad; dijera en su momento el maestro francés Levy–Ullman, en mi concepto un pensamiento que goza de una exquisitez incomparable, que: “El derecho pertenece a ese orden de cosas que se comprenden mejor cuando no se definen”.

Debe ser muy duro estar estudiando la ciencia del Derecho en medio del panorama desgarrador de su país, y seguro que causa mucha impotencia el hecho de no poder hacer algo que genere efectos de cambio con inmediatez. Tiene que ser muy decepcionante que en la clase de Derecho Constitucional al momento de echarle un vistazo al preámbulo de la Constitución se encuentren con apartes que indican que el Estado venezolano debería apuntarle a ser una patria libre y soberana que propenda por el establecimiento de una sociedad democrática, participativa y protagónica, un país que se supone debe tener una tendencia hacia la consolidación de valores como la libertad, la paz, la solidaridad y el bien común. Un Estado que en su norma superior se encuentra consagrada la garantía universal e indivisible de los derechos humanos, pero que en la realidad no hay una consonancia entre lo formal y lo material, sino por el contrario un orden constitucional que ya no tiene nada de orden y que ha sido golpeado de manera soberbia, infame, con impudicia.

Hoy Venezuela es un país que sufre los gajes del autoritarismo, del maltrato, del desgobierno, de la violencia y de una multiplicidad de factores que cada día agravan más la circunstancia. Es inadmisible que este tipo de cosas estén sucediendo por estos días, tal situación es, en un ciento por ciento, inarmónica con la marcha evolutiva de la democracia moderna a nivel mundial. Los gobiernos dictatoriales, con vestigios de monarquía, hay que relegarlos, vetarles la entrada a los diversos contextos políticos de una vez por todas. El pueblo venezolano hoy ratifica que el tal socialismo del siglo XXI que vociferaba Chávez a los cuatro vientos, hoy con la versión 2.0 del incompetente de Maduro, no sirvió, no sirve y no servirá para nada.

El concepto de democracia que este tipo de personajes le ha querido vender al electorado es equivocado, es perjudicial para el desarrollo y el progreso de las comunidades. Hay que recapitular y empezar a construir democracia desde las bases contemporáneas y con sujeción a las necesidades que vayan surgiendo.

El jurista alemán Edgar Bondenheimer, conceptualizando el Derecho, indica que este es el: “Término medio entre la anarquía y despotismo; donde trata de crear y mantener un equilibrio entre esas dos formas extremas de vida social. Para evitar la anarquía, el Derecho limita el poder los particulares; para evitar el despotismo frena el poder del gobierno”. A partir de este marco conceptual construido por el profesor Bondenheimer, se puede colegir que el Derecho ha de ser la herramienta adecuada para propiciar una ecuanimidad en la colectividad, aun cuando el gobierno o los particulares, de forma vil, pretendan pisotear el ordenamiento jurídico.

Mi invitación es a que no pierdan la esperanza, ánimo, sigan trabajando por la materialización de su Carta Superior. Son ustedes como futuros abogados y como ciudadanos quienes pueden impulsar el levantamiento de una sociedad estable, dinámica y de avanzada. No cabe duda que esa es la Venezuela que todos anhelan.

Fuerza, que los demagogos sientan el inconformismo del bravo pueblo. Un abrazo.

Por Camilo Pinto

@camilopintom

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