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Carta abierta a Manuela Beltrán y José Antonio Galán

Queridos compatriotas, hace mucho rato no tengo información de ustedes aunque sé que están vivos; la última vez que los vi fue en un aciago marzo que aún no ha pasado; sé que ustedes se rebelaron contra el gobierno, mamados de pagar impuestos por el tabaco que sembraban, no cocaína, porque siempre hemos tenido un alcabalero Gutiérrez de Piñeres de Carrasquilla, dizque para cuidar al fisco que luego se roban sin que se vea la retroalimentación del Estado; toda esa plata como la del  oro y la plata se la llevaban para los paraísos fiscales que por esos días quedaban en España; ahora están más cerca, en Panamá y las islas Caimán, quien se lo iba a imaginar, las cosas se han facilitado. 

Me acuerdo que demostraron que la unión hace la fuerza y que sin redes sociales movilizaron un ejército de indignados que salían de cualquier “mogote”, no para pedir “socorro” sino para exigir, armados de valor cívico y con palos para defenderse de las bestias del camino que era inhóspito, no para agredir a nadie en Santa Fe; sé también que ustedes no pretendían tumbar al gobierno sino buscar un alivio fiscal para viabilizar sus negocios. 

Recuerdo que lograron firmar un Acuerdo de Paz Tributario llamado ‘Las Capitulaciones de Zipaquirá’, no porque hubieran capitulado sino porque el tratado era tan largo y disperso como nuestras leyes actuales, tal que lo dividieron en capítulos que el gobierno no cumplió; extenso en párrafos pero muy bajo en buenas intenciones. Sé que fueron criminalizados y engañados y muchos de ustedes decapitados; por desgracia, la historia se repite en espiral, hoy nos pasa lo mismo y también siempre aparece un Berbeo que se infiltra en la marcha, apellido extinto, posiblemente transformado en Barbosa; sé que el jefe no dio la cara sino que envió a un componedor archiDuque, un obispo de apellido Caballero, que no lo era tanto, quien con Biblia en mano les hizo creer que cumplirían su palabra. 

No los culpo por la ingenuidad que tuvieron al creer sus promesas, hoy eso nos sigue pasando porque el Estado es más tramposo y dispone de un aparato represivo más contundente; además, ahora no es necesario eliminarlos a todos a la vez en la plaza pública para escarnio, como a ustedes, hoy los procedimientos son más refinados y los ejecutan en forma sistémica en el campo, en ciudades y pueblos. Ahora las promesas se hacen frente a los electores con los cuales nada se firma y el componedor es la señora Registraduría de la cual ustedes nunca oyeron hablar.

 Ahora las promesas son más cortas y las escriben en mármol, como si fueran las tablas de la ley de Moisés, con tinta indeleble e idioma desconocido. Ustedes son los precursores de estos reclamos y nos enseñaron a hacerlo cuando la paciencia se ha agotado pero, desafortunadamente, su semilla cayó en tierra estéril como en la parábola del sembrador. Ojalá ustedes nos inoculen un poco de su dignidad, valor y compromiso para pedir equidad tributaria y reclamar el minimorum de derechos, sin tanto tibio agazapado. Espero volver a verlos cuándo nuestra misión se cumpla para rendirles un homenaje. 

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