A ustedes quiero hacerles una recordación electoral; en el Cesar el progresismo, el sector de la población que siguió las orientaciones de Petro respecto a la política del cambio obtuvo el 53% de los votos totales, más de 250 mil sufragios; en Valledupar obtuvo 58.1%, más de 105 mil votos. Así pensaba la gente en 2022.
La mayor parte de esta votación provino de quienes han perdido las esperanzas: desempleados e informales y de quiénes mantienen una posición ideológica acerca de cómo, tradicionalmente, se ha manejado este país y de cómo creen que se debe producir un cambio estructural para la conducción de un Estado democrático.
Si hubiese coherencia por parte de los progresistas estos resultados debieron ser similares en las elecciones regionales para el Congreso de la República, pero no, una vez más votaron por sus verdugos los que hoy impiden el avance de los cambios.
Invito respetuosamente a todos aquellos que posibilitaron el triunfo de Petro a mantener la coherencia del cambio, diferente a la de quienes desean defenestrarlo. Veo con preocupación patriótica que muchos de esos, ahora están del lado de quiénes no permiten avanzar hacia un país equitativo y quieren interrumpir por cualquier medio la continuidad de este proceso que es inédito, conseguido en las plazas públicas y en el mismo Congreso, que incluye unas reformas fundamentales que estos quieren boicotear en nombre de la democracia abusando de sus mayorías congresales. Quiénes estén acompañando a estos especímenes son falsos progresistas carentes de identidad conceptual e ideológica pues no cualquiera es alternativo.
El transfuguismo político no construye, desinforma y perpetúa la dependencia. Dicen que las oportunidades son calvas, esta es una, pero le podemos poner pelucas para lograr triunfos regional y localmente so pena de arrepentirse para siempre. Los fuegos fatuos de un ambiente electoral donde se promete el oro y el moro, alimentado por rencillas y falsas purezas ideológicas, no deberían obnubilarlos: primero la región y la Nación.
Por supuesto, en estas elecciones se manejan otros intereses y necesidades, se acude a las amistades y se ejercen presiones cara a cara y constreñimientos por parte de quienes ostentan el poder público y privado regional. Este segmento de la población es muy pequeño pero muy fuerte y siempre hará lo imposible por mantener los privilegios obtenidos en nombre de una democracia caduca que hoy tiene el poder de contratación y distribución de partidas presupuestales de billones de pesos. Esta es una apuesta inescrupulosa que no tiene límites económicos para comprar conciencias.
También quiero dirigirme a los divulgadores electorales tales como medios audiovisuales, a algunos periodistas sin recato, mercenarios que defienden causas ajenas y se someten al bozal de pan por un pequeño mendrugo. Da vergüenza escucharlos y verlos soltando globos de bengala, creando virtudes que no tienen los candidatos que defienden. En teoría, estos son los mayores defensores de la libertad de prensa, retórica vacua que no debe convertirse en patente de corso; son los que difunden falsas encuestas prepagadas por algún candidato y en las que deliberadamente invisibilizan a los adversarios que no tienen como pautar con ellos o no son de sus afectos; tienen más toxicidad que una mamba negra.
Por supuesto, esta es una minoría que confunde la libre expresión con la desinformación. La misión noble del periodismo es informar con rigor, no parcelar la verdad ni enmascararla; este es el sector que debería encargarse de organizar los debates electorales en lugares neutros donde no existan restricciones ni haya que matricularse previamente para asistir a ellos, en igualdad de condiciones para todos. Por ejemplo, los debates hechos en la Universidad del Área Andina carecen de imparcialidad ya que su rectora tiene sus propios candidatos y comités de aplausos. La UPC sería un lugar más equitativo donde hay una muestra de la sociedad.
Por Luis Napoleón de Armas P.