Además de ser el precursor, fuiste indudablemente el más grande de los cantantes del vallenato. Con una voz tan prodigiosa, potente y señorial, no estabas hecho para menos. Interpretabas cada canción como si tus cuerdas vocales estuviesen revestidas de ambrosía, y pronunciabas cada palabra de forma tan esmerada y prolija, con una elegancia definitivamente sin igual.
Mi corazón está muy triste y confundido. Qué dolor me embarga. El día de tu partida es el más oscuro que he vivido en mucho tiempo. Tu muerte me ha afligido más de lo que imaginé, y siempre imaginé que tu despedida me compungiría el alma.
A pesar de que a la fecha de mi nacimiento ya tenías una carrera consagrada y habías cantado los temas más resonados de tu majestuoso y exitoso catálogo musical, soy lo suficientemente mayor para advertir y valorar el impacto que causaste en “el corazón del Valle”.
Me inunda la nostalgia, y haciendo remembranzas, me doy cuenta de que has sido tú el intérprete de la banda sonora de mi vida: tus melodías, ‘Jilguero’, han adornado los hermosos tiempos de mi existencia; tu voz ha sido un bálsamo para el alma en los días difíciles. En síntesis, has estado armonizando los días del ayer y los presentes.
Sé que padeciste inmerecidamente por más de 40 días, pero aún ante la gravedad de tu estado de salud y los poco alentadores boletines médicos, mi ser tenía la ilusión de verte recuperado y triunfante, como “el invencible”, como “el más fuerte”. Quizás tu condición de ídolo nos hizo asumir que el cantante siempre estaría presente, por eso tu muerte es tan difícil de asimilar. ¿¡Cómo pudo terminar!?
Tocaste las fibras del alma de todo el país Vallenato. Lloro porque mis futuros hijos crecerán en un mundo sin ti, pero me aseguraré de enseñarles que “en un pueblito cerquita al Valle nació un muchacho con una estrella, con el prodigio de una voz muy bella, lo que lo ha hecho ser importante…”.
Mis más nobles sentimientos de consideración acompañan a tu adorada esposa Nancy, con quien me unen lazos de consanguinidad; a tus hijos, demás familiares y amigos. No me alcanzo a imaginar su tristeza y su profundo dolor.
Mientras tanto, estarán felices de recibirte en la parranda en el cielo Hernando Marín, Escalona y Leandro Díaz, cuyas canciones engalanaste con tu idílica e insuperable interpretación. La voz de Dios te ha llamado, pero ¿olvidarte? ¡Dios lo libre! Los amantes del vallenato lloramos tu ausencia, muy querido Jorge.
Por favor, vela desde arriba por tu inseparable amigo Poncho, quien seguirá abanderando tu férrea lucha por la defensa del vallenato autóctono, nuestro “patrimonio cultural”.