Me alegré mucho cuando aceptó el homenaje en el próximo Festival de la Leyenda Vallenata y eso permitirá que en los próximos años cuando Emili hable de la biografía de su padre, orgullosa diga:
“Mi papá no fue Rey Vallenato, pero fue el mejor acordeonero hasta el punto que la Fundación de la Leyenda Vallenata lo tuvo en cuenta para rendirle un homenaje al lado de mi tío Poncho”. Y ella tan niña, con apenas un año de edad y vestida de blanco, cargada por sus padres en medio de 30 mil personas orgullosa mostrando la foto cuando ya esté en la universidad. Las fotos fueron el aliciente de Gloria Gaitán, estaba muy niña cuando le mataron a su padre.
Este homenaje es el gran regalo que quiere darle Dios a su gran tesoro. Lo del ‘Gago’ no importa. Demóstenes, siendo “Gago de Gagos” fue el mejor orador de la antigüedad. Emili es Emili, y ella por siempre se sentirá orgullosa de usted, un campesino que estuvo en Estocolmo; en dos ocasiones merecedor del Premio Grammy Latino, y quien le hizo una bonita canción al acordeón, y con justa razón se merece ese homenaje. Dios y Carmen Díaz reinen en su casa.
Usted en todos sus actos, y más en el folclor vallenato, se ha destacado por decir “la verdad”, el significado de todas sus composiciones es cierto, usted todo lo ha dicho en sus canciones, de ahí que aquél que quiera conocer su vida musical, que analice sus obras, razón suficiente para que no le preocupe su condición de ‘Gago’, su ejecución magistral del acordeón, así en ‘La herencia’ lo dijo: “Es una herencia musical, la que mi padre me dejó”.
En la misma obra, orgulloso aseveró:
“Y desde el día en que yo vine al mundo
oyendo el acordeón los ojos se me abrieron
y desde entonces llevo con orgullo
la gran herencia que olvidar no puedo”.
Con esto, usted se etiquetó, con su obra ‘Mi acordeón’:
Mi acordeón ha sido mi vida,
mi acordeón ha sido mi alma,
y si tú me diste esta fama,
espero que Dios te bendiga.
No te olvidaré
te lo juro yo
te veneraré
lo mismo que a Dios
y una estatua yo te levantaré
allá en la plaza del Cacique Upar
para que todo aquél que suele pasar
levante la frente y te pueda ver
y un letrero grande le escribiré:
Tu eres la gloria de Valledupar.
Usted muy jovencito, infortunadamente casi se nos vas, pero volvió a empeñar su palabra:
Tan jovencito y me atacó una enfermedad,
que casi quedan huérfanos mis hijos y mi acordeón,
pero yo soy un hombre que tengo mucho valor
y no existe la herida que me pueda acongojar
Ahora que ni un trago nunca me puedo tomar
es una de las cosas que no le agradezco a Dios
un hombre tan alegre y parrandero como yo
y vean todas las penas que me toca soportar.
Lo anterior fue una prueba, usted ha sido un pechichón de Dios, ahora es cuando está en su mejor momento, a su edad, Dios lo ha bendecido con su preciosa hija Emili, orgullo de la familia. Y si no le agradeciste a Dios esa enfermedad, él lo marcó por siempre: “Agradecerle el gran regalo de Emili, su tierna hija.
Seguro, Dios quiere que viva muchos años, hoy no está solito, lo que le preocupaba a Eladia tu digna compañera; ella y la gran Emili serán sus rodillas, su agua, su abrigo, con todo esto Dios lo volvió a premiar.
Es un amigo sincero, franco y directo, enemigo de la avaricia, conciliador, nada de lo que tiene es suyo, ni siquiera la vida. Esta la ofreció por la paz de sus compatriotas, así una noche en medio de una muchedumbre en plena plaza, cantando y tocando uno de sus vástagos, se comprometió:
“Con mucho gusto yo mi vida la brindo
aunque se violen los derechos humanos
pa’ que me lleven pa un lugar bien lejano
y que me maten por mi valle querido.
Sépase esto: Los hermanos Zuleta son la gloria de Colombia. Así como Emili, es su gloria.
La seriedad de sus canciones le imponen: “Aceptar el homenaje, usted es un hombre de palabra”, y claramente entiendo que su anterior actitud fue un acto de confusión, desespero, más bien de preocupación por tu condición de ‘Gago’, por su característica de no soportar o tener a su lado un necio. A usted, nadie lo va a necear, lo van a homenajear, y esto no es necedad, sino un reconocimiento a un hombre que en este planeta es único, irrepetible, sin par, el cual en una de sus canciones prometió hacerle una estatua al acordeón.
Usted y Poncho, hermanos. Usted, un gran compositor Rey de Reyes con la virtud de ejecutar magistralmente sus obras encomiables; cantadas con una voz tradicional e inigualable, la de su hermano, que nació del vientre de doña Carmen Díaz y del que se siente orgulloso. Esto en el mundo significa un acontecimiento único, en consecuencia, no es osadía de mi parte afirmar: “Los hermanos Zuleta son la octava maravilla del mundo, y la única con vida”, producto de un cantante que “el ochenta por ciento de su vida se la ha dedicado a este folclor”, y usted día y noche con su acordeón en el pecho, con base en esa costumbre te nació decir:
“Quizás cuantas veces he visto salir la luna radiante por la madrugá”.
Ahora Colombia quiere orgullosamente acompañarlo de nuevo a ver esa luna radiante, ejecutándole a Emili:
“Vino una niña
Que ha transformado la vida mía
Y es tan bonita
Que se parece a Carmen Díaz”.
Los aplausos ahogarán su voz, sus lágrimas correrán por sus mejillas, y será ese el recuerdo que con carácter indeleble se mantendrá en los colombianos, el de un hombre que por siempre le brindó a sus compatriotas al menos un segundo de sonrisa, cuando por más de cincuenta años llora por la guerra que usted también reprochó.
Usted también fue consciente de esta verdad evidente:
“Sabemos que no se puede
dejar a un mundo solito
porque todo el mundo quiere
es a Poncho y a Emilianito”.
Por Julio Guillermo Bula Bula