El asesinato de María del Pilar Hurtado frente a su hijo, en Tierralta, Córdoba, conmovió al país. Un video desgarrador muestra a un niño gritando desesperado por el dolor de la muerte de su madre, una humilde mujer que llegó del Cauca, con sus 4 hijos, buscando un mejor futuro, pero la zona se ha convertido en un polvorín de paramilitares, quienes a sangre y fuego quieren retomar las estrategias del pasado, para mantener el control de la tierra, en complicidad con las autoridades.
Al parecer, esta muerte se dio por un litigio de tierra con familiares del alcalde, quien rápidamente sacó un comunicado exculpándose y argumentando que María del Pilar no era una líder social, como si su vida valiera por ser o no líder; pero no solo fue el alcalde, el petardo de ministro de Defensa, Botero, salió rápidamente a culpar al ELN, que no opera en la zona y, a renglón seguido, Álvaro Uribe replica como un ovejo la información errónea, mientras el Presidente Iván Duque, en el Festival de Cannes, completamente desentendido del asunto, solo 24 horas después, reaccionó con un trino.
Lo que está ocurriendo en Colombia es una verdadera carnicería de líderes sociales, van 460 desde 2016, inició en el gobierno Santos, quien los manejó como líos de faldas, y luego el tema escaló al gobierno Duque, pero al parecer poco le interesa el tema y no ha podido controlar el horror; el país está aterrorizado con esta mano negra que nos recuerda la masacre colectiva de la UP en los años 80, cuando miles de líderes de izquierda y del partido comunista, por pensar diferente, fueron asesinados a manos de Carlos Castaño, el ‘Mexicano’ y los paramilitares en asocio con el Estado, quienes se oponían a cualquier participación política y menos a un proceso de paz.
Ahora, la nueva generación de paracos no acepta lo pactado por el gobierno Santos en La Habana; es claro que hay muchos intereses en juego: la tierra, el eje fundamental de esta guerra y de la cual los grandes terratenientes no quieren desprenderse, aunque les toque matar a media Colombia; la verdad, que puede desencadenar un sin número de responsabilidades en los militares, políticos y empresarios que por mucho tiempo financiaron la guerra y hoy se ven amenazados ante la JEP, hasta Mancuso pidió pista en para contar la verdad, ahora que regrese de EE. UU., que puede ser el año entrante.
Lo que vivimos es el regreso de los falsos positivos como denunciaron medios internacionales y, recientemente, revista Semana, intentando reivindicarse, saca un escabroso informe sobre asesinatos extrajudiciales y la nueva estrategia del Ejército, silenciar personas para que no cuenten lo que está ocurriendo al interior de la fuerza. Es muy grave lo de los asesinatos sistemáticos de líderes de las Farc, pese a someterse a un proceso, poco a poco van cayendo ante el incumplimiento de un gobierno, dedicado a obstaculizar la implementación que ha marcado el regreso de la violencia en el país.
Ya Duque va a cumplir un año, con más sombras que luces en muchos temas, pero en especial, el proceso de paz; sería conveniente, como le recomendó The Economist, que se desprendiera de Uribe y comenzara a gobernar con un concepto más amplio, más pacifista y menos Uribista, para no acabar con la ilusión de paz que vivía Colombia.