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Carlos Oñate Gómez

En EL PILON se registró que a la rectoría de la UPC llega un académico, formado y forjado en sus extrañas. ¡Con toda razón! y sin tacha. Emblemático de la academia upecista y conoce bien las realidades complejas del claustro universitario y sabe bastante que requiere de mucho carácter, templanza, independencia y una formidable visión para prospectar esta casa de estudios superiores. ¡Que desafío!

Hemos venido de decir y nada nuevo se descubre que en la vida académica y administrativa de la UPC existen falencias estructurales, desorden y manejo arbitrarios en los procesos y procedimientos que comprometen la gestión transparente. Igualmente que en el camino de un rediseño se impone la herramienta de la sinergia para la consolidación de mejores horizontes administrativos y académicos.

En esos objetivos debe acompañarlo inexcusablemente el Consejo Superior Universitario como máximo órgano de gobierno y de dirección. Superados los escollos propios del proceso electoral, necesario lograr rápidos consensos y aprovechar la presencia al interior del CSU de hombres expertos, perspicaces y serios como Ernesto Orozco Durán que representa al Presidente de la Republica.

No era fácil, nunca lo ha sido, el proceso de selección del Rector en la UPC. Lo difícil, lo realmente difícil, armonizar las diferencias y explorar aproximaciones a como dé lugar. Siempre me ha ocasionado perplejidad que al asumir un Rector, indescifrable faceta es que a los servidores de la parte administrativa si no se les atiende positivamente sus pretensiones económicas (pago de condenas, nivelaciones salariales, promociones) se erigen soterradamente en detractores y combinan sus asechanzas con el deporte de las ‘demandites’, que tanto ha golpeado las finanzas de la universidad.

A propósito de esto último, más allá de posturas irresponsables y arbitrarias de ex rectores que provocaron demandas por despidos sin motivación en cargos de carrera administrativa que comportaron al pago de sumas multimillonarias, ahí también han tenido muchísima responsabilidad los enfrentamientos conceptuales de las altas cortes que conspiran contra el principio de seguridad jurídica. Para el Consejo de Estado aquellas insubsistencias no requerían de motivación; para la Corte Constitucional por el contrario imperdonable el vicio de la inmotivación. Posiciones jurisprudenciales antagónicas como las descritas habilitaron la tronera de sentencias condenatorias exorbitantes a la UPC. Más de diez mil millones.

Afortunadamente la jurisprudencia evolucionó poniéndole tatequieto a la lotería de las indemnizaciones excesivas al ordenarse los reintegros y colocó limites sin que la suma a pagar por indemnización sea inferior a seis (6) meses ni pueda exceder de veinticuatro (24) meses de salario, además estableció la regla de descontar la remuneración que recibe la persona desvinculada, no solo del tesoro público sino también del sector privado, ya sea como trabajador dependiente o independiente (CC SU 566-14).

Llega el rector Oñate en un momento crucial para la UPC porque epítetos como la peor universidad pública del país, hace mucho daño a los egresados como producto académico calificado. Ha llegado el momento de una Universidad Transformada, por eso a trabajar con mucha creatividad, tolerancia, sabiduría, dominio propio y discernimiento. Solo será posible alcanzar un buen clima organizacional acompañándose bien, evitando los enclaves, sanedrines, pactos y condescendencias que alimentan retaliaciones y no promueven la convivencia ni el optimismo.

Para hacer visible a la UPC Transformada hay que comportarse en consecuencia con ese pensamiento: reconstruir la universidad no dividirla. Reorganizar los componentes de las autoridades académicas. Inaplazable. Señor rector Oñate tiene la palabra.

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