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Cargo de conciencia

Esta columna está dedicada a los 11.6 millones de votantes que eligieron a Gustavo Petro como presidente de Colombia. Estoy seguro de que muchos de ellos hoy se “rompen las vestiduras” o por lo menos están preocupados por lo que pasa en Venezuela. Pues permítanme decirles algo: esos 11.6 millones de colombianos sellaron la suerte del país vecino. Al elegir a Petro, eligieron la continuidad del régimen de Maduro, eligieron el totalitarismo, la supresión de libertades, eligieron el apoyo irrestricto a las políticas de esos delincuentes de cuello blanco que han saqueado a Venezuela por 25 años; y que van por más.

Si en Colombia hubiera un gobierno decente, democrático, garantista, en la reciente reunión en la Organización de Estados Americanos -OEA-, Colombia hubiera sido el voto 18 que hubiese dado vía libre a una declaración, acompañada de medidas, para intervenir ese país. Colombia, al igual que países como México y Brasil, no acompañaron esa determinación, la hundieron y le dieron, de paso, una bala de oxígeno al régimen. Maduro ahora gana tiempo, sigue diciendo imbecilidades, cada vez de mayor calado, e internamente y por consejo del mismo Petro, ha empezado la implementación de unas dinámicas perversas para perseguir a los verdaderos ganadores de las elecciones, para desvirtuar su triunfo.

Aquí son varios los aspectos a considerar: por un lado, es claro que, a Andrés Manuel López Obrador, a Lula y a Petro no les conviene la caída del régimen. Ese sería un pésimo antecedente para sus futuros cercanos. El impacto de esa caída, para sus intereses, sería muy parecido al de la disolución de la Unión Soviética o a la caída del Muro de Berlín. Los regímenes comunistas y totalitarios ven con buenos ojos a Maduro, que se mantenga en el poder a lo que dé lugar, les preocupa su retiro porque entonces habría un hecho, contundente y definitivo, que desvirtuaría al Socialismo del siglo XXI. Pero, además, a personas como Claudia Sheinbaum -la recién electa presidente de México-, le preocupa también el tema, por las mismas razones. Como a Sánchez y Zapatero en España, o a Putin en Rusia, o a los iraníes, a Corea el Norte, a la Nicaragua de Ortega; miren los países de los que estamos hablando. 

Otro tema por analizar tiene que ver con que, si se cae el régimen venezolano, poco a poco el mundo tendría acceso a información acerca de cómo ejercieron el poder y de cómo dejaron al país. Un caso similar a los juicios de Núremberg, en los que la humanidad pudo conocer de primera mano las atrocidades del Nazismo de Hitler. De llegar Edmundo González Urrutia y María Corina Machado al gobierno, estoy seguro de que empezarían a informar acerca del estado de las cosas en Venezuela, dejando al régimen y a sus impulsadores expuestos y a la izquierda latinoamericana herida de muerte. Como ven, son muchos los intereses que aquí se mueven, son muchas las verdades que se quieren tapar, a muchos líderes, incluyendo a Petro, el rabo de paja progresista los tiene cerca de quemarse. ¡Merecido!

Los venezolanos deben mantenerse en pie de lucha, necesitamos unos Estados Unidos y una comunidad internacional que radicalicen sus posturas ante lo que viene sucediendo y así, con el paso de los días, los secuaces de Maduro tendrán que organizar su escape. Las fuerzas militares y de policía venezolanas deben ponerse del lado del pueblo, el verdadero triunfador del 28 de julio y así, cocinar, aunque sea a fuego lento, la extinción de esta plaga que nos ha afectado tanto a muchos, durante más de 2 décadas. ¡Estamos con Venezuela!

Mientras tanto, los resultados de Colombia en los Juegos Olímpicos son tan precarios como el gobierno causante de los mismos. La reducción de presupuesto, tanto para la preparación de los deportistas, como para los premios, son causa directa de lo que está pasando. Los menos culpables son ellos, nuestros campeones, los atletas colombianos; la responsabilidad de esta debacle es de Petro y sus políticas estúpidas que protegen al delincuente en detrimento de los ciudadanos de bien, en este caso, los deportistas. 

Restan 2 años…

Por: Jorge Eduardo Ávila.

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