La eliminación gradual de la contribución del carbón en la combinación global de energía planteados en el último informe del mercado de carbón de la Agencia Internacional de Energía; Carbón 2018, advierte que la disminución de la demanda pasará ligeramente del 27 % en 2017 al 25 % para 2023. Este cuadro cohabita con la presión que ejerce la disminución lenta pero continua de los costos de las energías renovables y el abundante suministro de gas natural, así mismo, recientemente la industria del carbón exacerbó su situación con el coletazo de la pandemia propuesta por el covid-19. Esta última consecuencia habilitó el anuncio de suspensión de operaciones de Prodeco en el Cesar.
“Todo tiempo pasado fue mejor”, dice con sorna este refrán tan popular. Entre los años 2000 y 2016, el crecimiento promedio de la economía del Cesar fue del 5,9 %, siendo el segundo departamento con mejor comportamiento, por encima del promedio nacional (4,1 %) y de los demás departamentos de la región Caribe. En el mismo período de análisis, el PIB per cápita promedio del Cesar fue de $9,9 millones, ubicándose en el puesto 12, entre los 32 departamentos y Bogotá D.C., por debajo del PIB per cápita del país que ascendió para el mismo periodo a $11,5 millones. Entre 2012 y 2017, el Cesar obtuvo recursos del Sistema General de Regalías por un valor superior a los $2,4 billones, de los cuales $1,8 billones, el 76 % se destinan a inversión; cerca de $571 mil millones, el 23,6 %, al ahorro (FAE y Fonpet) y $10.455 millones, el 0,4 % al funcionamiento o fortalecimiento institucional.
Según información recaudada por CESORE, prominente tanque de pensamiento, la bonanza de los recursos provenientes de la explotación del Carbón, son incompatibles con la situación socioeconómica asfixiante del territorio. El departamento del Cesar, tiene niveles de pobreza del 44 por ciento, mientras que el país ya va en un 28 por ciento. En materia de desempleo, Valledupar, la capital, registra uno de los más altos de Colombia. A pesar de los billones de pesos en regalías y a los más de 20 años de estar recibiéndolas, no ha encontrado el camino para el desarrollo, problemas en la focalización y priorización en el uso de las regalías, en la transparencia en su ejecución, en el seguimiento y monitoreo, en la ausencia de una acción colectiva de la sociedad civil que las vigile son todos elementos que han ayudado a no conseguir unos mejores logros.
Con Fernando Herrera, director de CESORE, hemos osado a pensar el futuro del territorio, recientemente esta dinámica ha sido ampliada a través de la participación de paisanos en Valledupar con coterráneos radicados en Bogotá. Llegó el momento de construir capital social definido por el profesor Robert Putnam como la “confianza, normas y redes, que mejoran la eficiencia de la sociedad al facilitar acciones coordinadas”. Se construye capital social, si hay sociedad civil (aquella asociación de personas que participa libremente y por fuera de la acción estatal, pero sobre la acción estatal), si hay participación, si la academia y el sector privado se involucran, pero sobre todo, si tenemos una sociedad incluyente.
Está todo por hacer, hay semillas sueltas por ahí, debemos acopiarlas apostándole al capital social del territorio, para no padecer el futuro sino para que podamos construirlo.