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Caos y más caos

Las cosas en Colombia no pintan nada bien, estamos peor de lo que proyectábamos antes del 7 de agosto. Son varias las situaciones complicadas que se han presentado en menos de 2 meses del gobierno Petro.

Los ministros no dan pie con bola. Es que cualquier balance que uno haga muestra las desastrosas manos en las que fuimos a caer. Ocampo en Hacienda parece muy presionado y se ve incómodo ante los medios; Cecilia López, en Agricultura, pelea y pelea por una reforma agraria que permita la democratización de la tierra olvidando que la propiedad privada otorga a su dueño la potestad de destinarla a lo que desee; de Prada ni se diga, ya van varias salidas en falso y ahora llama constantemente a la movilización para que la guerrillerada logre las transformaciones sociales que no se lograron por la vía armada; Gaviria, en la cartera de Educación ni suena ni truena después del desatino de enviar las cartillas de la mal llamada Comisión de la Verdad a colegios y escuelas del país, viéndolo bien, hasta mejor que de él no se sepa nada; si miramos Defensa las cosas van de mal en peor,  ya que con un ministro como Velásquez, las invasiones de tierras están a la orden del día y la delincuencia se tomó las calles, sin olvidar que las masacres continúan.

En Transporte el ministro Reyes ha sido fuertemente cuestionado por su idoneidad ética, al parecer, por plagiar textos de autores a los que no dio crédito en escritos suyos; la Salud no está mejor en manos de la señora Corcho que poco a poco va urdiendo la persecución a las EPS; y ni hablemos de la señora de Minas y Energía, Irene Vélez, es tremendamente ingenua, está descontextualizada, errática en sus cifras y en los datos en los que fundamenta sus posturas, causa pena hasta cuando su papá sale a defenderla; y la del Medio Ambiente, Susana Muhamad, petrista de raca mandaca, no opina pues Vélez la tiene maniatada y la hace ver pasiva, poco proactiva, no quiere contradecir a su colega. 

Ojalá en el próximo consejo de ministros María Isabel Urrutia emplee su fuerza y sacuda a sus colegas para que recapaciten y recuperemos el rumbo. 

Problemas hemos tenido siempre pero caos, sólo de la mano de la izquierda que hoy se inspira en el Socialismo del Siglo XXI, el Castrochavismo y el perverso Foro de Sao Paulo.

Mientras tanto el dólar sigue por las nubes encareciendo las deudas de muchos empresarios que ya tienen el agua al cuello, el aparato productivo nacional siente una profunda inseguridad jurídica y escasea la inversión, las tasas de interés están disparadas y ya no sabe uno si al fin vamos a seguir explotando nuestros pozos petroleros o no; una pena perder semejante ingreso que bien podría seguirse destinando a lo social. 

Hay quienes dicen que la producción de gas pronto se paralizará para darle la bienvenida al gas venezolano, ¡qué maravilla!

Nuestras fuerzas militares -Ejército y Policía- parecen no reponerse de los liderazgos que ahora las dirigen y no reaccionan ante la ola de violencia que se ha tomado el territorio nacional. Mientras escribo estas palabras y luego, mientras usted las lee, cientos de predios rurales están siendo tomados a la fuerza por facinerosos que aprovechan el caos reinante para hacer de las suyas. Y cuando los dueños de tierras, grandes y pequeñas, se organizan para defender lo suyo, son satirizados y maltratados por funcionarios que los tratan de paramilitares.

La reforma tributaria que hace semanas nos dijeron afectaría a los 4 mil colombianos más ricos, efectivamente lo hará pero de paso, también afectará a los 50 millones de colombianos. 

Y lo que faltaba: un aumento a la gasolina será la cereza en el postre para un gobierno timorato, errático, que se ve desubicado y más desordenado que los cabellos del presidente. Se habla de aumentos enormes que automáticamente influirán en alzas en la canasta familiar, lo que nos afectará a todos. Si sube la gasolina subirán el transporte y los fletes y nos llevará la que nos trajo.

Y en medio del caos vemos cómo Rodolfo Hernández sale corriendo del Congreso con el rabo entre las patas. ¡Nos tumbaron!

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Jorge Eduardo Ávila: