Se mantiene la constante de las elecciones para la alcaldía. En Valledupar despunta una recua de candidatos para la alcaldía, por lo que es pertinente advertir lo que se ha constituido en un negocio, el montaje de una candidatura para la alcaldía, para luego desmontarla adhiriendo a la candidatura con serias opciones de ganar.
Esta es una situación descarada y sin control, ese cuento de la afinidad programática, no es otra cosa que un negociado.
La forma más hábil de hacer negocios con una candidatura no es la cosecha de los vallenatos. Esa semilla está regada en todo el país. No hay filtro, cualquier ciudadano que cumpla con los requisitos mínimos en la ley puede apostarle a ganarse una plata en el proceso electoral o exigir participación en el gobierno.
Varios estudios académicos han tratado de estructurar el “perfil del alcalde”. Un aspecto relevante de este proceso está definido en la competencia que debe tener y cumplir el alcalde. Su especialidad no está en las ideas y proyectos específicos, sino en sus virtudes, preparación, capacidad de adaptación, y actitud, para abordar todas las situaciones que pueden surgir al dirigir una ciudad. Así
mismo, debe saber qué pasa en la ciudad y debe mostrarnos cómo se imagina la ciudad en veinticinco o treinta años, para saber qué debemos hacer en los primeros cuatro.
El atraso de Valledupar está directamente relacionado con los malos gobiernos que hemos tenido desde 1995. La coyuntura actual nos convoca a una misión importante, que consiste en plantearnos las siguientes preguntas: ¿Dónde estamos?, ¿de dónde venimos?, ¿para dónde vamos?, ¿hacia dónde queremos ir? y ¿hacia dónde podemos ir?
Gastón Berger, uno de los fundadores de la prospectiva, la definió como “la ciencia que estudia el futuro para comprenderlo y poder influir en él”. Es peligroso continuar la senda de atender lo urgente en vez de trabajar por lo importante. Es momento de construir un Plan Estratégico de largo plazo, (20 o 30 años), con base en un ejercicio metodológico que requiere la intervención de profesiones multidisciplinares, exalcaldes, participación interinstitucional, herramientas y capacidades de comunicación con articulación con el orden nacional, para planificar y gestionar el territorio, con el fin de identificar las potencialidades, limitaciones y tendencias que propicien una nueva cultura con acciones concretas de forma sostenible, viable y eficiente.
He sido insistente en la construcción del plan, en este proceso se conjugan variables del contexto y la participación ciudadana, bajo criterios de liderazgo y responsabilidad y poniendo en práctica los presupuestos participativos, para generar empoderamiento.
La capacidad de mirar a largo plazo es una señal importante para evaluar la seriedad de los candidatos y de los equipos políticos que los rodean.
No son fáciles de resolver los problemas de inseguridad, desempleo, movilidad, transporte público, ordenamiento territorial, cultura ciudadana y discontinuidad en la prestación de los servicios públicos. Solucionar estos problemas en cuatro años es prácticamente una causa milagrosa, insistir en esa proeza garantiza pasaporte al fracaso, porque las ciudades no se detienen son sistemas en constante evolución. Valledupar, hace rato dejó de ser de casitas de bahareque, esa adrede consideración ha favorecido la madurez de fragilidades urbanas, características inherentes a las encrucijadas actuales, relacionadas con los desafíos de las ciudades, afines con el crecimiento demográfico, el cambio de su estructura, el cambio climático acelerado, la creciente desigualdad y la habitabilidad deficiente.
Las tesis de las ciudades del futuro combinan el propósito del uso de la tecnología en un entorno habitable para sus habitantes con estrategias de sostenibilidad ambiental. Ese reto aún es incomprendido en Valledupar, señores candidatos y ciudadanía en general es momento de hacer lo que parece imposible: virar los intereses hacia la ciudad pensándola en el largo plazo.
Por Luis Elquis Díaz